Las virtudes teologales se reciben con la Gracia y sirven para que la comunicación con Dios sea inherente al ser humano. Son el software telemático del alma. Hasta la fecha, el mayor logro intelectual del M15M ha sido descubrir para la teología política dos fenomenales virtudes cratologales que sirven para poner en comunicación, vía mass media, a los rebeldes con el Estado.   Primera virtud. La indignación. Se expresa como los grafittis: con tópicos intelectuales, esperpentos estéticos y un simpático afán por soportar la mayor cantidad de tiempo posible las inclemencias meteorológicas, la convivencia y la corrupción política. Y también como los grafitis toma su mayor atractivo cuando quien los pintó, quien se indignó, ha desaparecido. Que es siempre. El misterio de esa firma muda estampada en la pared, o en la televisión, o en unos cuantas docenas de millares de biografías anónimas atrapa la mente de los jóvenes a la moda como la luz a la polilla. "Estuvimos aquí", dice la virtud cratologal, "el Poder lo supo". Exactamente la situación descrita por Kafka: Llegado el momento de la muerte de un tipo que ha esperado toda la vida que las puertas del palacio se abrieran, el guardián le confiesa que esa puerta era sólo para él, pero que debía haberla empujado en lugar de pedir, día tras día, permiso para entrar. Entonces la puerta desaparece.   La horizontalidad es la segunda virtud cratologal. Es ubicua. Donde hay ilusión de horizontalidad otro estrato de poder efectivo permanece inmutable -o se está desarrollando inexorablemente- por encima. Denuncié en mi primer (o quizá en el segundo) artículo sobre el M15M que Internet estaba siendo la herramienta utilizada para que las nuevas generaciones de la izquierda social lanzaran la enésima traición de su conglomerado ideológico a la libertad política. Ahora, en las asambleas, los puntos que se debaten nunca cambian porque forman parte del mundo que primero abandonó el movimiento revolucionario, la intelectualidad reformista del régimen. Los puntos pertenecen a una inteligencia que no está o que ya sólo mantiene guardianes de su fe apostados entre los protestones. Mientras tanto, en las plazas sólo queda debatir por debatir. ¡Democracia real ya! y Acampadasol, se acusaban ayer de buscar protagonismo o de deslealtad entre ellas, las diferentes comisiones tratan de superar el caos político burocratizando hasta el paroxismo el funcionamiento del asentamiento y, por supuesto, comienza a aparecer la verdadera cara de la horizontalidad: la oclocracia. Que nunca es gobierno de la muchedumbre como tal, sino de la casta que gota a gota y silenciosamente se  va  destilando de  entre  sus filas.  En  este caso la casta de portavoces de las asambleas que ya han formado un órgano de gobierno tácito de la acampada: La Comisión de Comisiones. Tras la rebelión en la granja, los cerdos empiezan a comportarse como los hombres.   Quien diga que, hasta ahora, el MCRC, en Madrid, a pie de calle, en las asambleas de la Acampada, a pesar de la enternecedora, continua y brillante presencia de algunos de sus integrantes, ha jugado un papel importante, carece de información veraz. Los puntos mínimos redactados antes de nuestro aterrizaje en las reuniones de los grupos de trabajo, que ya incluían la indefinida aspiración a la representación y a la separación de poderes, en nada han mejorado tras nuestro paso por la vicaría. Esa es la realidad. Como también lo es que nadie impedirá que lo sigamos intentando.   A la hora de escribir estas líneas, las dos posiciones que, grosso modo, dividen a los grupos encargados de las propuestas políticas de la Acampada de Sol, son: el asamblearismo ácrata entendido como fin por un lado (Política a largo plazo) y el reformismo más o menos conservador por otro (Política a corto plazo).   Los reformistas de "Política a corto plazo" parecían menos ideologizados que los ácratas a la hora de discutir, y por ese motivo nos integramos precisamente en ese grupo. Pero desde hace dos días es notorio que sus portavoces pertenecen a la camarilla que maneja la Acampada a través de reuniones decisivas a las que sólo asisten unas cuantas personas. Son los mismos que -con todo dispuesto antes de conocer la decisión de la Asamblea General y alegando problemas "internos y externos"- pidieron el domingo la "reestructuración" de la Acampada de Sol. Cuando la Asamblea General rechazó la propuesta permitieron que un muchacho de la "Comisión de Legal" pusiera fin a la noche coaccionando a los asistentes: "La policía asegura no intervenir si decidimos levantar el campamento entre este momento y el martes, pero no promete nada después de esa fecha". Curiosamente la propuesta de la Comisión de Comisiones recién rechazada fijaba el martes por la noche como momento adecuado para la reestructuración. Alguien había "consensuado" la fecha de levantamiento del campamento con la policía, a espaldas de las asambleas y con los detenidos durante los disturbios de Barcelona (no sé si también del propio Madrid) todavía en los calabozos. Quienes se negaron a que el campamento se desmantelara fueron finalmente los integrantes de "Política a largo plazo" los cuales, a pesar de ser utópicos y reaccionarios, como lo son siempre los ácratas, gozan de una pureza moral que ha logrado detener la bochornosa componenda organizada entre bambalinas. Bravo por ellos.   Esta noche, en la reunión de conciliación de ambos grupos, intentaremos tender un puente que haga posible un compromiso en torno a los sempiternos tres puntos: Reforma de la ley electoral, Separación de poderes y consecuente apertura de un periodo constituyente. Ese puente será el sistema electoral mayoritario. Enlaza con el anarco-asamblearismo por abajo, dada la posibilidad de que el distrito electoral sea dividido en asambleas vecinales y conecta con el reformismo a la hora de suponer la única reforma real de la ley electoral.   La Gracia de Dios es discriminatoria por definición pues si todos la alcanzasen el mismo concepto dejaría de tener sentido. Si hay Gracia la justicia terrenal es imposible, decía Michelet en su historia de la Revolución. Si la virtud de la indignación se recibe con una libertad no conquistada y se mantiene horizontal para que otras indignaciones ocupen capas más cercanas al Dios-Estado, si permanecemos a la entrada del castillo expresando toda nuestra indignación sin atrevernos a salir de la horizontalidad, es decir, a empujar las puertas, se habrá mojado una vez más la mecha de la Libertad Política. Y quién puede pensar en la Justicia si no es libre. Con graciosa libertad concedida no hay Justicia.

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