Yersinia pestis (foto: Wikipedia) Garmendia y el Dr. Richard Para la ministra Garmendia, Tarrou, el héroe moral de "La Peste" que busca la santidad de forma estoica y abnegada cuando toda autoridad ha dejado de ser válida para atajar la arbitrariedad a la que la condición humana es sometida por la epidemia, es el modelo que deben seguir los científicos españoles[*] ya que “nuestros investigadores merecen mucho, pero no todo ni a cualquier precio. Aspiramos a situarles al frente de la sociedad, pero no por encima”, y es bien sabido que en la monarquía sólo los políticos pueden estar por encima de la sociedad al autoconcederse privilegios e inmunidades que ningún otro ciudadano debe cuestionar ni desear. Semejante paternalismo absurdo, pone de manifiesto la relación de mando y sumisión existente entre gobernantes y gobernados made in Spain.   Para Garmendia, “España padece una situación de paro del que no escapa la profesión de científico, pero denunciar una fuga de cerebros es insultar a los miles de investigadores de prestigio internacional que trabajan aquí”. Asimilar la denuncia de una situación reconocida internacionalmente con el insulto a un colectivo ajeno a tal problema, deja claro lo que se tolera por la administración. Sin ser una deducción, la elaboración de listas negras con nombres de científicos críticos, a los cuales se les retrasa las publicaciones incómodas o se les pone trabas para obtener financiación, es un hecho comprobado por esta redacción. Sin embargo, no le falta razón a la ministro al remitirse a la peste como contexto actual de crisis económica, una situación de incertidumbre, precariedad y explotación que no invoca al sentimiento de culpa o imposibilidad de inocencia en la clase política que nos gobierna, según la aproximación de Bertold Brecht, sino a la posible rebeldía existencial de unos jóvenes con una tasa de desempleo por encima del 40%.   Para ocultar el fracaso de su ministerio, la ministro Garmendia, incapaz de llegar al objetivo europeo de inversión en innovación y desarrollo, incapaz de ofrecer soluciones al desempleo mediante la industrialización de la innovación, incapaz de aprovechar políticamente el agotamiento de un modelo de crecimiento económico fraudulento, incapaz de retener a las universidades bajo su control, “la evolución de la investigación española, es una de las historias de mayor éxito de la democracia española”. Como si fuera fruto de la decisión de una mayoría de ciudadanos y no producto de vocaciones individuales que han superado mil adversidades para navegar entre las tormentosas aguas de la endogamia universitaria y el exilio. Una democracia que sustituye los puestos de representación directa de los investigadores por puestos adjudicados a los sindicatos verticales.   En la novela de Albert Camus, hay sin embargo, otros personajes que se pueden adecuar mucho más a la descripción de los hechos sociales por los que atraviesa la España juancarlista. Al igual que el Dr. Richard, la Sra. Garmendia no acierta a enunciar el diagnóstico de la enfermedad, ni a desplegar su habilidad política para reconducir a una oligarquía financiera que ha socializado sus deudas llevando el país a la quiebra; como el Dr. Richard con su diagnóstico de “un tipo especial de fiebre”, para Garmendia, el mantenimiento de la inversión en I+D habría supuesto socavar la sanidad, las pensiones y la educación. En este punto hay que preguntarle a la ministro científica que es lo primero, si el huevo o la gallina, de dónde sale la sanidad, la educación o el pago de las pensiones, ¿del pelotazo urbanístico? O ¿de una economía centrada en el esfuerzo y reconocimiento de la parte más inteligente y emprendedora de la sociedad? Sin la existencia de un Dr. Rieux que acorrale a la oligarquía, el Dr. Richard-Zapatero, todavía espera a que la crisis pase con el tiempo, sin hacer demasiado ruido, para poder perpetuarse en el poder. Pero me diréis que hay algo más, sí, es así, existe otro personaje siniestro en la novela que aprovecha la desgracia colectiva en su beneficio privado, Cottard, quien hace fortuna en el mercado negro, está muy cerca de la clase política española, muy cerca de la ministro científica y empresaria del sector que ha aumentado la partida presupuestaria discrecional dirigida al País Vasco de forma alarmante.   Con todo, el personaje de Tarrou, desencantado con la acción política, recluido en una acción de resistencia y transformación social, no puede ser satisfactorio para sacar el país adelante rindiendo abnegación y consentimiento a quienes promocionan la peste misma. Sin la acción política colectiva necesaria para crear la libertad política constituyente, no puede ser recuperada la dignidad personal necesaria para afrontar la superación de la crisis como han hecho los islandeses, sino seguir por el camino tortuoso del desempleo, el endeudamiento y la morosidad como ocurre en Grecia. Pero no creamos en una fortaleza de la que carecen, una cosa es más que probable, Garmendia acabará como nos cuenta Camus que acabó el Dr. Richard : «Le graphique des progrès de la peste, avec sa montée incessante, puis le long plateau qui lui succédait, paraissait tout à fait réconfortant au docteur Richard, par exemple. « C'est un bon, c'est un excellent graphique », disait-il. Il estimait que la maladie avait atteint ce qu'il appelait un palier. Désormais, elle ne pourrait que décroître. Il en attribuait le mérite au nouveau sérum de Castel qui venait de connaître, en effet, quelques succès inattendus. Le vieux Castel n'y contredisait pas, mais estimait qu'en fait, on ne pouvait rien prévoir, l'histoire des épidémies comportant des rebondissements imprévus. La préfecture qui, depuis longtemps, désirait apporter un apaisement à l'esprit public, et à qui la peste n'en donnait pas les moyens, se proposait de réunir les médecins pour leur demander un rapport à ce sujet, lorsque le docteur Richard fut enlevé par la peste, lui aussi, et précisément sur le palier de la maladie».

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