Guerra y paz (foto: choudouchou) Pensamientos polémicos La cultura occidental no está concebida para organizar, sin guerra o sin preparación para la guerra, a la sociedad mundial. El concepto de la paz, negativamente definido por la ausencia de guerra, sigue siendo insustancial. La república ideal de Platón descansa en una casta de guerreros.   El camino kantiano hacia la paz perpetua consiste realmente en una desviación de la beligerancia de los Estados hacia el belicismo de los pueblos. Al proponer que “cada ciudadano debe concurrir, con su asentimiento, a decidir si se hará o no la guerra”, no está introduciendo la astucia de la razón democrática para hacer imposible el conflicto bélico, sino confiando en los instintos naturales del pueblo para impedir las guerras que traigan causa del interés de los gobernantes.   Condicionado, como todo pensamiento creador, por la experiencia histórica, Kant no podía imaginar que las guerras desatadas en el futuro por la pasión nacional, revolucionariamente liberada, serían más concordes con la discordia de la naturaleza instintiva, y más mortíferas, que las emprendidas por la ambición de los reyes. El fracaso de la Sociedad de Naciones fue consecuencia de este error de concepción pacifista.   Al margen de la visión kantiana, personas que son rigurosas cuando disertan sobre temas culturales, discurren con vulgaridad y recurren al convencionalismo cuando escriben o hablan de la guerra. Y sin embargo se trata de un asunto más concreto y menos complejo que el de “la” política. Prescindiendo de los belicistas o pacifistas por principio, y de los que se limitan a defender la neutralidad propia, los esfuerzos intelectuales pretenden justificar, en realidad, la perspectiva sentimental desde la que se mira el conflicto bélico. No tratan de identificar las causas y los agentes históricos del mismo.   El punto de vista jurídico goza, por ello, de preferencia general. Unos para legitimar el recurso al máximo desorden que supone la guerra, hablan de la alteración del orden internacional que ha provocado la necesidad de repararlo por la comunidad mundial. Es la tesis oficial de la guerra legal decretada por la ONU. Otros, para condenar la hipocresía de las formas bajo las que se esconde la decisión unilateral de guerrear, hablan del carácter necesariamente comparativo de toda idea de justicia. Es la tesis oficiosa de la doble moral y de la guerra injusta. Pero unos y otros ponen el carro delante de los bueyes. El derecho y la justicia internacional son productos, y no causas, de las guerras. Del mismo modo que, en la esfera nacional, la ley emana del poder político y no lo crea.   Otros ensayos intelectuales, situándose en el terreno de la ciencia ficción, adoptan el punto de vista, a todas luces arbitrario, de la relación de fuerza “potencial”. El dilema no era guerra o paz, dicen, sino guerra actual, de carácter convencional y controlado, o guerra futura, de carácter nuclear y generalizado, adoptando así la tesis de la guerra preventiva.

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