“Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”. El tiempo vuela, como las naves, como las nubes, como las sombras. El verso de Virgilio se encuentra a menudo inscrito en los relojes de sol o de péndulo de nuestras plazas. Y también ínsito en la mente burócrata de los rectores de los designados en la Justicia de poderes inseparados de esta monarquía de partidos de Estado y en el Estado. Si para el común de la ciudadanía la Justicia que no se despacha a tiempo ya no es Justicia, para la élite del privilegio el decurso se convierte en un factor vital de contemporización de los intereses de casta más atendidos de protección, elevados a la categoría de Razón de Estado.   El Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), D. Carlos Dívar, afirma que no hay que confundir política con justicia porque “sus tiempos son distintos, de manera que ningún tribunal se siente presionado por tener que resolver casos que generan expectación”. Dívar, que se reunió con jueces y magistrados durante una visita realizada a Tenerife, declaró antes del encuentro que en casos judiciales como el de la inscripción de Sortu como partido político o el que afecta al Presidente de la Comunidad Valenciana, D. Francisco Camps, “ocupan” a los Tribunales, pero eso no significa que éstos tengan que hacer algo distinto de su función propia: aplicar recta e imparcial justicia. “La Justicia no trabaja bajo presión política, trabaja con total tranquilidad” porque “son tiempos distintos”, indicó. Así “Los tribunales de justicia tienen mucha paz a la hora de resolver los problemas”, continuó, mientras que los tiempos políticos son más rápidos, “más objeto del conocimiento público”.   Aún están recientes en la memoria las declaraciones del mismo Dívar señalando la inconveniencia del dictado de la sentencia del TC sobre el estatuto catalán coincidentemente con la convocatoria electoral en dicha Comunidad Autónoma por las “distorsiones” que ello conllevaría a dicho proceso de elección política o la contemporización de la marcha de los procesos de ilegalización de partidos según la conveniencia y voluntad de lo que tan nefastamente se da en llamar políticas antiterroristas. Ello por no hablar de la elección de los representantes políticos en la propia justicia, dependiente de los tiempos negociales en órganos con el CGPJ y el TC. Es más, la común acción coordinada de la fiscalía con quien designa el nombramiento de su cúpula jerárquica destapando las miserias del partido aspirante en periodo electoral, es equivalente al freno temporal en tal época novatoria con los asuntos que afectan al partido gobernante en ese momento. La relatividad del tiempo judicial afecta a la memoria y percepción de quien es minutero del reloj de la inseparación.

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