Acacia seca en el desierto de Namibia (foto: Wikimedia commons) El árbol de la sabiduría “Vi allí un árbol que era distinto de todos los demás, muy grande, bello y magnífico, el árbol de la sabiduría, los que comen de su fruto aprenden gran sabiduría.” (Libro de Enoc)   Hace pocos días se ha publicado el quinto informe INNOVACEF* de la Universidad a Distancia de Madrid sobre el sistema de I+D+i español. Como (por desgracia) viene siendo habitual en este tipo de estudios, los resultados y las conclusiones no pueden ser más demoledores. En dicho informe se compara la confianza de nuestros jóvenes científicos en el sistema investigador del país con respecto a la de otros científicos españoles que trabajan en el extranjero, con el objetivo, entre otras cosas, de analizar la evolución de la fuga de cerebros que existe en España.   Una de las primeras cosas a destacar del informe, es que de la totalidad de los jóvenes científicos de nuestro sistema de I+D+i, casi la mitad (47’45%) se corresponde a investigadores predoctorales. Menos de un tercio (31’63%) son postdoctorales, poco más del 5% son investigadores titulares del sector público y otro 5% del sector privado, y sólo un escaso 0’51% corresponde a investigadores extranjeros desarrollando su labor en España. Todo ello pone de relieve la incongruencia de formar una gran cantidad de investigadores noveles para después no darles continuidad en el sistema de investigación nacional. Mal vamos si se pretende evitar la fuga de cerebros. Por el contrario, casi el 70% de los investigadores españoles en el extranjero son postdoctorales (frente a casi el 5% de predoctorales), y más del 14% son titulares del sector público o investigadores del sector privado (6’64%). Está claro que las oportunidades para dedicarse a la investigación fuera de España son mayores.   Estos datos son complementados por los indicadores que se desarrollan a lo largo del informe, en el que se pone claramente de manifiesto la desconfianza que existe entre los jóvenes científicos sobre el apoyo que van a recibir del sistema de I+D+i español: más del 66% señala que no se contratará nuevo personal para los proyectos de investigación en los que están involucrados (frente al 41% de los investigadores que trabajan en el extranjero), y el 62% no cree que su organización realice gastos específicos para la realización de dichos proyectos (12% en el extranjero). Además, cerca del 48% considera que los fondos recibidos no son adecuados para la realización de los proyectos y se perjudica la consecución de los objetivos (frente al 10% de los investigadores que trabajan en el extranjero). A pesar de todo ello, los jóvenes científicos españoles siguen confiando en que sus resultados mejoren aspectos sociales y/o medioambientales, y el único indicador del informe que alcanza una puntuación media (15’51 sobre un total de 30, frente al 19’42 para investigadores en el extranjero) es el que mide dicha confianza. Qué remedio, para seguir en la brecha del sistema de I+D+i español hay que estar comprometido con el trabajo que uno realiza, y convencido de que aporta mejoras de algún tipo al resto de la sociedad.   Los científicos españoles que trabajan en el extranjero, además, señalan tres diferencias fundamentales entre las condiciones laborales y personales con respecto a nuestro sistema de investigación: Los salarios son más elevados y no existen apenas períodos sin remuneración; estabilidad laboral y posibilidad de alcanzar un contrato indefinido tanto en el sector público como en el privado; mayor reconocimiento social.   El resultado final del informe, es que el sistema de I+D+i español recibe una puntuación total de 63 sobre un total de 150 (un índice de confianza del 42’51%), con todos los indicadores por debajo de las expectativas medias (Nuevos Desarrollos, Organización de personal, Mercados y Cooperación, Financiación) salvo el ya indicado anteriormente de los Resultados. Como contrapartida, el índice de confianza de los investigadores españoles en el extranjero es del 62’77% (puntuación total de 94), y todos los indicadores por encima de la media. Las expectativas, por tanto, para un investigador español en el extranjero superan con creces a las de un investigador que permanezca en el país.   Existen algunas enfermedades que atacan a especies forestales y que se denominan “seca”. Los árboles afectados comienzan por manifestar leves síntomas de sequía (aunque haya agua disponible en el suelo) durante un período de tiempo más o menos prolongado para, en un momento determinado, cuando se producen unas circunstancias medioambientales desfavorables, marchitarse completamente y morir. El árbol de la ciencia española hace tiempo que viene aquejado por dichos síntomas. El rebrote de los últimos años no ha sido más que un espejismo cuando se le ha aplicado una inyección masiva de agua y nutrientes (fondos), pero que no ha atacado la raíz del problema. Ahora, con la llegada de la sequía prolongada, las esperanzas de supervivencia son escasas, por no decir nulas. A pesar de todo, algunos seguiremos intentando salvar lo poco que quede, aunque sea un pequeño esqueje que más adelante pueda plantarse y crecer de nuevo en condiciones más favorables. “Tras todos estos años, veo que estaba equivocado con respecto a Eva. Es mejor vivir fuera del Jardín con ella, que en él sin ella.” (Mark Twain)

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