Sea of sunflowers (foto: stuckincustoms)   La emoción ausente   “Sin emoción no hay proyecto que valga En cualquier planteamiento, la emoción es la que inclina la balanza hacia uno u otro lado. Todo empieza con una emoción. Ya está científicamente demostrado que todas las decisiones son emocionales, aunque exista un proceso de análisis racional. El hombre jamás decidiría nada si sólo contara con la razón”. (Antonio Damasio, Catedrático de Neurología en Iowa ).   Llenas están continuamente estas queridas páginas de profundos, contundentes y documentados textos donde, a partir de la visión del campo, del estado del patio, se teoriza acerca de diagnósticos y soluciones para nuestra realidad nacional, que yo considero más errática ensoñación que vida, presa de una metástasis imparable que podríamos definir como 'proceso de perpetuación de la oligarquía'. Y no sólo quedan aquí las actividades intelectuales, canalizadas a través del verbo, que ponen de manifiesto el erial donde pastamos y la lluvia ácida que llena los cuencos donde abrevamos. El monumental cabreo que el ciudadano que no lo es mantiene hacia la política y los políticos puebla bares, plazas, parques, campos, cafés, tertulias, germina, se reproduce, crece … y muere. Muere en la falta de acción acunado por apatía e indolencia. ¿Por qué? ¿Pourquoi? ¿Why?.   De 'mala milk' me traen, incluso en estos tiempos turroneros plenos de destripaterrones parlantes y circulantes, cuestiones que considero fundamentales, sine qua non, para que lo denunciado y despreciado desaparezca para mutar en lo ansiado, que no otra cosa es lograr una democracia allí, aquí, donde reina una corrupta partitocracia con cobertura de armiño. Y es en el tetra-brick mental donde concentro ese estupor que me provoca ver a los pisoteados presos de la no acción – sin que en este caso tenga nada que ver con el taoismo – es en esa oquedad prismática acartonada, digo, donde la ebullición del sinsentido ha llegado a quemarme el trasero. Y cuando arde la popa se estimula el pensamiento que es un primor. Estimulado pues, surgen preguntas miles que lanzo esperando que al volver cual boomerang no me destrocen el cerebro y, además de la popa, el puente de la nave sufra daños irreversibles.   Demostrado ya que motivación y acción son resultado de la emoción, ¿qué ocurre en esta España donde, al parecer, la parte del cerebro que rige la emotividad anda absolutamente decepcionada y ha sustituido las pulsiones vitales por neones y hamburguesas? ¿Cómo es posible que, considerando nuestros índices económicos, nuestros 9 millones de pobres, nuestro 20% de paro (una hora menos en Canarias o sea, el 30% en las Islas), la corrupción generalizada en el desquiciado Estado de las Autonomías, los poderes no juntos pero sí revueltos, la repulsa general hacia los políticos, el obsceno circo del Parlamento, la Monarquía de tópico discurso navideño pactado con el Ejecutivo para que Juan Carlos I siga deslizándose sobre las aguas del engañoso marketing sin necesidad de ser Jesucristo … cómo es posible que aquí no ocurra nada? Nada en sentido de abajo a arriba, obviando la labor censurada y acallada de pensadores e intelectuales – pocos – que ven el abismo mientras corremos hacia él, pero que no logran, logramos, trasladar al pueblo la necesidad de actuar ya.   Dicen los que saben del tema que “la conducta relacionada con los estados emocionales suele ser impredecible”.Y su razón tendrán, por cuanto las revoluciones siempre han llevado aparejado el componente de la sorpresa, aunque luego pueda la historiografía explicar más o menos como los polvos llegaron a lodos. Así, la afirmación de que “las emociones se generan por niveles de abstracción los cuales definen su complejidad”, me lleva a inferir que la matemática donde nos movemos coloca en graves apuros la relación causa- efecto. Es decir: la reacción del ser oprimido no necesariamente provoca una actuación contra el opresor. Puede quedarse en victimismo, indolencia e, incluso, en un salto mortal con tirabuzón, generar el Síndrome de Estocolmo. Placer al ser pisoteado.   Si aceptamos que interactuamos entre nosotros y con nuestro hábitat a través de los canales emocionales, si estamos convencidos de sufrir una dictadura maquillada, ¿qué es lo que está frenando una respuesta emotiva que tenga en la acción contundente la misma contundencia que nos llega y anula desde la práctica oligárquica? Sólo acierto a explicarlo volviendo la mirada como siempre al lenguaje y la comunicación. El compendio de vectores cruzados que D. Antonio García Trevijano califica como 'sociedad aparente' tiene tal fuerza, ha calado con tanta profundidad en una sociedad aletargada y poseída por la imagen enmerdada y la correspondiente manipulación de las conciencias, que el combate contra 'el mal' ha quedado para el cómic y el mandato evolutivo acusa una patológica perversión que desquicia, una vez destrozada la moral, el proceso generador de emociones para definir un escenario errático realmente pavoroso.   Esta vez el problema no lo tiene Houston. Lo tenemos nosotros y, por lo que atisbo, es de grave tan grave que puede frustrar cualquier paso adelante si, a tenor de lo dicho, no se obra el milagro, ya que las leyes del Universo no parecen servir. Hasta la Ley del Talión ha quedado obsoleta en la relación Poder – Ciudadanos y sólo tiene homogeneidad paralela en su aplicación, desterrado cualquier comportamiento heterogéneo o vertical. Cada oveja contra su pareja. Dentro de la partitocracia, los partidos se devoran y pagan la antropófaga bacanal con el dinero público. En cuanto a la distante ciudadanía, acepta el panem et circenses y se queja. Comportamiento vomitivo a mi juicio, por cuanto la queja y el victimismo sin acción siempre me han parecido de un detestable mal gusto.   No voy jamás a los libros de citas a fusilar material. Sólo uso las que la memoria me permite, así que, por aquello que les contaba del tetra- brick, me quito el muerto de encima y acabo una vez más con Gramsci: “La dictadura sólo es posible con el consentimiento de los oprimidos” . Y Ciorán: “Mi facultad de decepción sobrepasa el entendimiento”. Aquello de que “sarna con gusto no pica” ya lo saben todos. Y parece ser verdad.

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