Zapatero ha recuperado las ganas de seguir gobernando, desmintiendo a los que creían verlo irreparablemente desgastado por el manejo del poder durante la tormenta económica. A pesar de las aciagas encuestas de hoy en día, quiere trasmitir a su parroquia una ciega confianza en sus posibilidades de aquí a un año y medio, período en el que pueden ocurrir muchas cosas (y algunas de ellas muy favorables). “La política es tiempo”: sopesarlo, medirlo, ganarlo, aprovecharlo, etc., así que le recomienda a Rajoy que no tenga prisa por seguir en la oposición.   Con este mensaje de optimismo trata de evitar, en el seno de sus filas, precipitados ataques de pánico a un desplome electoral -como el sufrido por Barreda, el presidente de Castilla-La Mancha-, y calmar las ambiciones despertadas por los rumores de su renuncia a repetir como candidato, que han provocado las sugerencias de un envalentonado Tomás Gómez acerca de la limitación de mandatos. Zapatero, por razones estratégicas, no está dispuesto a confirmar o disipar dichos rumores, y anima a sus huestes a volver al campo de batalla propagandístico porque los socialistas están haciendo “lo que hay que hacer” para afrontar y superar la crisis.   Y para apuntalar la estabilidad gubernamental, y ganar el tiempo que necesita para revertir la situación, don José Luis ha recabado el apoyo parlamentario de los nacionalistas vascos y canarios para sacar adelante los controvertidos presupuestos generales. Zapatero agradece a PNV (dejando en una posición desairada a su cofrade Patxi López) y CC “su capacidad de pacto” de manera contante y sonante.   Este nuevo impulso requería un trastrueque ministerial: Rubalcaba, el fontanero mayor del Reino, se dedicará a taponar las vías de agua y enderezar el rumbo del Gobierno. Zapatero sigue confiando en Blanco, Sebastián, Salgado y Chacón, mientras se deshace de Fernández de la Vega y de Moratinos. Premia a Trinidad Jiménez Y Leire Pajín y castiga a Bibiana Aído y Beatriz Corredor, eliminando de paso los ministerios de Igualdad y Vivienda. La doblez de Rosa Aguilar es recompensada con la cartera de Medio Ambiente. Y al frente de Trabajo coloca a un hombre bien visto por los sindicatos, Valeriano Gómez, el cual acudió a la manifestación del 29 de octubre para mostrar su descontento con las reformas emprendidas por su Jefe.

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