Mientras el pasado miércoles, cuando se bajó el telón del “Así no, rectificación ya”, la credibilidad de Rodríguez Zapatero en los mercados exteriores y entre las potencias mundiales aumentaba considerablemente, como ha confirmado ese fantástico correveidile del Poder que es Pedro J. Ramírez: “Por algo le dijo Botín antes del verano que uno de los aspectos más importantes de la reforma laboral era que le garantizara una huelga general. El diseño ha salido perfecto”, su crédito en el partido que encabeza merma a ojos vistas.   Un “tsunami” en el interior del PSOE: así han calificado algunos cronistas y comentaristas políticos la victoria de Tomás Gómez sobre la candidata del aparato, Trinidad Jiménez. Por cierto, lo que resulta devastador es el esnobismo de los periodistas, retirando de la circulación lingüística “maremoto” para entronizar el dichoso “tsunami”.   A pesar de contar con el impulso de las fuerzas vivas (ZP, Blanco, Rubalcaba) y resucitadas (Felipe González, padrino de la “Trini”) del partido, y el llamativo apoyo del citado Ramírez, quien ha desempolvado el GAL para deslucir la figura de Tomás Gómez, la ministra de Sanidad no ha podido encandilar a las bases madrileñas, lo que ha sido interpretado como un desaire a Zapatero y la indicación de su pérdida de influencia. Quizá el encanto sonriente de don José Luis (“cautiva tras un trato superficial y desilusiona tras un trato profundo”) se está desvaneciendo también entre sus correligionarios o simplemente, se atisba, entre los más interesados, el ocaso de su trayectoria.   En ciertas organizaciones, mientras se puedan ordeñar las vacas gordas del presupuesto público, predomina una peste moral que contagia el alma, y tanta es la inicua fuerza del contagio que prostituirse llega a ser un acto digno de alabanza, y todos, lejos de sonrojarse por ello, se vanaglorian de de la propia y universal abyección. Sin embargo, acaba por llegar el momento de los que saben decir NO al Jefe para salir a hombros de la militancia en la que renace una confianza extraordinaria en las posibilidades del nuevo conducator. Como decía aquel incondicional: contigo hasta la muerte (política), pero ni un paso más.

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