La competencia trepadora no siempre favorece al más competente en esto o aquello, sino al más hábil en competir, acomodándose, administrando sus relaciones públicas, pasando exámenes, ganando puntos, descolgando a los competidores, engatusando o presionando a los jurados, acaparando micrófonos y focos, haciéndose popular. En el campo de la lucha por la existencia política que se libra en el interior de los partidos estatales, ascienden a la cumbre las mediocridades más notables y astutas de esas organizaciones del poder. Dentro de esta especie –el mediocre habilis- Zapatero constituye un ejemplar único, con una prodigiosa capacidad de adaptación al medio. Nos hace recordar aquel personaje de Woody Allen en “Zelig” (1983), un portento camaleónico.   El que fue entusiasta de las primarias que a la postre le auparon a la jefatura del PSOE, ha devenido supremo defensor del “ordeno y mando” en la confección de las listas electorales. No sabemos si saltaría del pacifismo al belicismo con la misma precipitación con la que retira tropas de un avispero para mandarlas a otro, pero lo cierto es que se ha mostrado capaz de cambiar de chaqueta ideológica con una pasmosa facilidad. De las “políticas sociales” con las que sermoneaba a su parroquia ha pasado a comenzar a aplicar, sin hacer el menor amago de dimisión, el severo ajuste social que le demandaban los fiadores externos.   Don José Luis se ha percatado de la rigidez de nuestro mercado laboral y está dispuesto a cimbrearlo. Pero esta conversión “neoliberal” no significa que haya dejado de ser socialdemócrata ni que se haya enemistado con los sindicatos estatales o que abomine de la santificada paz social. Él está a favor y en contra de la huelga general, y sabrá adaptarse tanto si fracasa como si triunfa, poniéndose a pastelear inmediatamente con los secretarios generales de UGT y CCOO. Zapatero/Zelig quiere sangrar a la Banca, pero fuera de España, para combatir la pobreza en el mundo; dentro, facilitará las transfusiones que hagan falta. Y cuando no lo imaginábamos de su talente compasivo, resulta que apoya la dureza represiva de Sarkozy y sus arbitrarias expulsiones de gitanos, convirtiéndose en el primer espadachín europeo del presidente francés.   Algunos dicen que, de manera casi simultánea, ha visitado las sedes de “El Mundo” y “El País” para dar coba a Pedro J. y Cebrián. Otros alimentan sospechas sobre su “barcelonismo” declarando haberlo visto en el palco del Bernabeu, junto a Florentino y Jiménez Losantos. Los de más allá afirman que es ateo y costalero mayor. Y aquí, sostenemos que es monárquico y republicano, pero no se asusten ni se hagan ilusiones: lo es del republicanismo aguachinado de Pettit. Desgraciadamente no es anarquista: disfruta detentando el Poder Ejecutivo.

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