Caos en el cielo (foto: Draca)   El control se despliega   En la noche en que unos pocos conspiran y la mayoría duermen, los tentáculos del poder se extienden por doquier. No existe lugar que no intenten ocupar. No hay rincón que quieran dejar libre. No hay descanso para unas garras que sólo encuentran plenitud en la asfixia de toda presa posible. Orden, eso es todo lo que entiende el poder. ¿No es todo más fácil cuando reina el orden?   Pero un orden de libertad no puede entenderse sin el caos. Se trata de un orden, pues, que debe poder ser revocado por la misma libertad. Mas los tentáculos del poder no sólo se afirman en su posición hegemónica, sino que se alargan cada día, cada minuto, para dominar el poco movimiento que resta. Su ambición es, en último término, de imposible cumplimiento, porque antes incluso de la Tierra, de los Gigantes, de los Titanes, y por supuesto de los Dioses, era ella, la densa e inapelable oscuridad de Caos. Ello no obsta para que las criaturas engendradas de su vientre, ahora libradas a sí mismas y ya sin mirar hacia atrás, entablen batallas para lograr una hegemonía completa. Y cuando hasta los dioses se han ido (Hölderlin) y queda poco más que las cenizas de antiguas batallas, sobre las que se ha construido la gran máquina moderna dispensadora de libertades   encapsuladas,  los  tentáculos  del poder sólo se amedrentan ante el grito afilado del que invoca –como si fuese por vez primera– al prístino caos. Un caos que no es simple desorden, sino que, sin noción ninguna de la causalidad, aspira a desmantelar el orden dado. Los dioses por venir (una vez más Hölderlin) simbolizan el paso siguiente: la mirada intelectual de la construcción, indispensable para construir un orden nuevo desde la libertad, el viejo ideal de los hombres.   Los partidos políticos se sepultan bajo más y más mantos de pretendida inmunidad (pretendida porque en su idiotez ignoran a Caos); sus miembros y afines hablan de lo que no debería hablarse (y dale con ETA), e ignoran todo lo decisivo para la vida en libertad. Los pasaportes llevarán otra vez huellas digitales, una mera formalidad que oculta el registro completo –tecnología galáctica mediante– de nuestros cuerpos, por fuera y por dentro. Pronto podrán tomar muestras de tu código genético, y lo dictarán incompatible con la visita a determinadas regiones, reales o imaginarias. No desestiméis su poder. Saben lo que hacen. No están mal informados, y sus intenciones están lejos de ser neutrales. Su comodidad consiste en controlarte. ¿La tuya también en ser controlado?

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