Estimado Sr. Sebastián:   Quedé muy ilusionado cuando le vi reaparecer bajo el estandarte de La República, tras el abandono de La Estrella Digital. Pensé entonces que usted sería amigo por fin de los postulados de la República Constitucional y que habría tomado buena nota de la esencia partidocrática tras las jugarretas y enredos acaecidos en los bastidores digitales de su querida Estrella. Sin embargo, mi ilusión quedó pronto extinguida tras leer el manifiesto fundacional de su nuevo diario digital. A pesar de que en él apuesta por una República Presidencialista como nosotros, la principal virtud de esta forma institucional de Estado queda subvertida, ya que no se ve acompañada de la abolición del sistema proporcional de listas de partido. Pues piénselo por un momento y acuérdese del principio de la separación de poderes y de la advertencia de Max Weber sobre el caudillismo. Qué sería de un Presidente electo que no puede ser controlado por el parlamento debido a su potestad partidista para elegir en una lista a los candidatos futuros integrantes del mismo. Pues la dinámica actual en la conformación de candidaturas no se vería alterada y el jefe de partido sería el candidato a presidente y el último hacedor de listas. Si se diese el caso, hartamente probable, de que el partido del Presidente saliera elegido como la fuerza mayoritaria en el parlamento, a la actual incapacidad de control por el mismo, se le sumaría la potencia de la figura presidencial que además abusaría de la iniciativa legislativa.   Nosotros, los repúblicos, sabemos que sin separación real de poderes no existe democracia y que el sistema proporcional desplaza la polaridad de la lealtad electoral hacia la obediencia perruna al jefe de partido en perjuicio de la lealtad debida al ciudadano elector. Así pues, se hace necesario que el Presidente de la República esté controlado por un parlamento conformado por el sistema mayoritario unipersonal en distritos pequeños para que el elector a través del mandato imperativo pueda controlar la potencia estatal encarnada en los designios del Presidente de la República. Lo que es todavía más llamativo, es que, con el sistema proporcional, la presión nacionalista a través del partido bisagra quedaría intacta, mermando la cualidad unificadora de la figura presidencial.   Desearía por último, que estos pensamientos pudieran ser de su interés ya que la República española no puede permitirse cometer ningún error más, ni repetir el pasado, ni ser una componenda de ambiciones, ni la salida en falso a una situación insostenible.   Atentamente,

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí