Durante el trayecto, Einstein le advertía de que no expresase sus opiniones ante el juez, por temor a que no le diesen la ansiada ciudadanía. A pesar de las advertencias del físico, cuando el juez preguntó a su genio acompañante si pensaba que la Constitución de los Estados Unidos de América contenía alguna contradicción, Kurt Gödel no pudo contenerse. “Así es”, debió de afirmar. “He descubierto que EE.UU. podría degenerar en una dictadura, porque el Presidente tiene el poder de nombrar miembros del Senado cuando éstos están suspendidos”. Se cuenta que el Philip Forman, un juez liberal que había también visto y aprobado el caso de la ciudadanía de Einstein años antes, pasó por alto la respuesta y formuló preguntas de distinta naturaleza para finalizar la vista cuanto antes.   Antonio García-Trevijano, en su todavía inédita obra sobre la República Constitucional, ha llamado asimismo la atención sobre el hecho de que el Presidente de los EUA tiene el poder de interferir en materias legislativas más de lo que corresponde a sus funciones ejecutivas. Dadas ciertas premisas, la lógica de Gödel se imponía por sí misma, pero no era el momento ni el lugar para entrar en una discusión al respecto. Gödel obtuvo la ciudadanía estadounidense y el juez Forman dio muestras de gran sabiduría al pasar por alto la observación del matemático, sin que ello signifique que ésta carezca de verdad.   Las últimas décadas de la vida de Gödel, como al parecer sucede con tantos otros matemáticos que formulan sus originales innovaciones durante su período de juventud, estuvo dedicada ante todo a la revisión de su trabajo pionero y, como atestiguan sus cuadernos de notas, también al argumento ontológico de San Anselmo (como Dios puede pensarse, Dios existe). Esto último no es sorprendente, puesto que lo decisivo de su propuesta radicaba en la tensión entre la verdad y lo probable (lo probable no entendido como lo que tal vez ocurra, lo plausible, sino como lo que se puede probar). Gödel mostró –no sé si aquí se puede hablar de demostrar– que la aritmética descansa sobre fundamentos no probables, aunque todavía verdaderos. Descubrimiento notable, que no afecta a los procesos matemáticos en cuanto tales, pero que los deja, por así decir, suspensos, sin poder recurrir a una causa prima (en su caso, de naturaleza matemática o aritmética). Aquí Gödel entroncó con una larga tradición de pensadores, que va desde Tomás de Aquino hasta Hume, que rechazó el argumento ontológico, sin por ello necesariamente rechazar la existencia de Dios. Como leía hoy mismo en La Vida de la Razón (vol. 5, cap. 1) de Santayana: “Los dioses son demostrables sólo como hipótesis, pero en tanto que hipótesis ya no son dioses”.

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