Qué pena España, que ni políticos ni intelectuales distingan con claridad lo político de las cuestiones de la política de partido, que nadie luche por el bien común e interés general del país y sí por los intereses particulares de las elecciones partidistas, que nadie sepa construir el sentimiento de pertenecer a una nación mediante la elección libre y por mayoría de un presidente de la República Constitucional, que no se articulen más y mejores asociaciones cívicas precisas para gestionar para el interés nacional la rabia y frustración del pueblo, que sufre por el paro y el creciente malestar económico.   Qué pena que nadie desde los medios de comunicación generales diga públicamente que los bancos rescatados con el dinero de los españoles deben por ley ofertar créditos a los proyectos empresariales y cooperativos competitivos y, en cambio, los intelectuales y medios sí difundan la ignorancia en los temas políticos y el conocimiento exacto en lo frívolo, y es una gran pena, digo, porque España no está todavía en la misma situación de la Alemania de la República de Weimar.   Qué pena España, qué pena que en tu suelo patrio la libertad política todavía no esté constituida. ¿Y qué diferencias concretas habría con la situación actual? Por ejemplo, en España, nadie negaría el agua del Tajo a la región de Murcia. Todos los españoles se unirían para conseguir su bien común y la unión haría la fuerza.   Río Tajo (foto: Boby Pirovics)

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