Diafragma decafónico de dígitos (foto: kozumel) Estadísticas del desempleo La estadística, durante mucho tiempo, fue una disciplina asociada a los Estados, como indica el origen de su nombre y se dedicó a coleccionar datos numéricos ordenados y clasificados sobre la población, las finanzas, la salud pública y otros fenómenos sociales y naturales con el propósito de ser útiles a los gobernantes para conocer la marcha de su nación (Sixto Ríos). Los expertos, dedicados a esas tareas, pasaban su tiempo en organizarlos y presentarlos de forma sistemática en registros, actualmente en bancos de datos.   Herederos de estas tareas hay innumerables registros públicos, entre los que se encuentran aquél que es objeto de este análisis: el registro de empleo, mantenido y coordinado por el Servicio Público Estatal de Empleo. Éste organismo nos presenta todos los meses un informe sobre las personas que han estado buscando empleo en el mes anterior (abril de 2010) que en dicho periodo alcanzó la cifra de 5.558.111 personas, de las que 933.684 tenían empleo previo. Cualquier niño de secundaria deduce sin dificultad que en abril había 4.624.427 personas que buscaron empleo sin tener ninguno trabajo previo.   Pero los encargados de difundirlos nunca harán referencia a este dato. Conocedores del impacto, y con la consigna de tapar los datos adversos publicados pocos días antes por el Instituto Nacional de Estadística para el primer trimestre del año (4.612.700 parados), harán hincapié que el “paro registrado” fue de 4.142.425 personas, para que quede en la retina de los ciudadanos esa cifra que alivie su tensión política. Pensarán, como muchos medios de comunicación, que la situación ha mejorado en abril. Algunos les advertiremos que el “paro registrado” es una cifra limada de personas que han demandado empleo con disponibilidad limitada (210.335) y de aquellas otras personas demandantes de empleo no ocupadas (271.067 que realizan cursos y otros menesteres). Tampoco la Encuesta de Población Activa del INE (una investigación realizada a través de una muestra de las 30.000 secciones estadísticas del territorio nacional, aproximadamente), hija de la Estadística inferencial, que realiza una estimación trimestral sobre el empleo, ha quedado libre de “replanteos y limpiezas técnicas” como se ha podido adivinar a través de un “error informático” que permitió conocer de antemano aquel dato a través Internet, y evitar “replanteos y limpiezas técnicas”.   Y aquel niño, con su lógica limpia y desnuda de prejuicios, llega a la sencilla conclusión: la suma del paro registrado más los desempleados que admitirían un empleo parcial más los otros desempleados no ocupados es una cifra muy cercana a la calculada por el INE. Sus mayores serán engañados y envilecidos por la información parcial facilitada por los medios oficiales.   A través de ambas se vislumbra la realidad despiadada, la hemorragia que no cesa y la carne trémula: somos 46.951.532 españoles (avance del INE) en 2010 y solamente están ocupados 18.394.200, es decir el 39% de la población se hace cargo de todos aquellos; el número de hogares en los que nadie trabaja ha subido a 1.298.500; la tasa de desempleo juvenil supera el 40% y cada vez aumenta el número de parados de larga duración; y la tasa de paro supera la quinta parte de todos los activos (20,05%). Mientras tanto nuestros dirigentes están obsesionados con su imagen política y se preocupan más de tapar la herida para que no se vea o en mostrar una gasa poco sanguinolenta para hacernos soñar en la mejoría que de sanar al enfermo.   Este problema social ha adquirido tal envergadura que se ha convertido, desde hace tiempo, en un problema político. Recordemos que “sin libertad, todo conflicto importante es problema político…” (A. García-Trevijano).

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