La desconfianza entre Polonia y Rusia ha seguido marcando la división en bloques aun tras el fin de la guerra fría con la caída del muro de Berlín.   Con la invasión rusa de Georgia tras la agresión de ésta a Osetia del Sur en Agosto de 2008, Condoleezza Rice y el ministro polaco de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, firmaban apresuradamente el acuerdo para desplegar el escudo antimisiles en Polonia. La opinión pública polaca bajo la influencia de los medios Occidentales creyó ser la siguiente tras Georgia, creencia más producto de la historia que de la realidad.   Durante la Segunda Guerra mundial, Polonia sufrió el exterminio de su élite militar por orden de Stalin, en la masacre de Katyn. Este incidente marcó toda la estrategia hasta el final de la guerra en campo polaco. La masacre de la armia krajowa (AK) durante el heroico pero fútil levantamiento de Varsovia, con las fuerzas soviéticas a las puertas de la capital contemplando el espectáculo, dejó el campo expedito para el control de Polonia por las unidades polacas formadas por Stalin (armia ludowa). El gobierno polaco en el exilio londinense ya había sido traicionado previamente por Churchill en la conferencia de Teherán, y el resto de los AK fueron deportados a los gulag soviéticos.   Katyn Los pasados meses de 2010 vieron la proyección en territorio ruso de la película de Andrei Wajda sobre los acontecimientos de Katyn auspiciada por Moscú. La profunda herida entre Polonia y Rusia, que separa a esta última de Europa, estaba a punto de cerrarse formalmente con la visita de la delegación polaca al bosque de Katyn donde iba a ser recibida por sus homónimos rusos. El Estado Polaco vuelve a quedarse descabezado por un accidente aéreo en las inmediaciones del ya maldito Katyn, y Europa sigue esperando que la historia se decida a hacer las paces consigo misma y pueda alumbrar la esperada libertad política.

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