No es broma. El Juez de la Audiencia Nacional D. Baltasar Garzón ha abierto diligencias para investigar el envío a la propia sede de tal órgano judicial de tres cartas que al parecer contenían “polvo sospechoso” –entre ellas una que llegó al Presidente del Tribunal, D. Ángel Juanes- y que pasaron como si tal cosa los controles de seguridad de tan férreamente protegida institución, lo que ha supuesto la inmediata destitución del comisario jefe encargado de la seguridad. Las otras dos cartas, según han informado fuentes de la propia Audiencia estaban dirigidas a los Magistrados D. Fernando Grande Marlaska y D. Ismael Moreno.   Genio y figura. Garzón, quien se encontraba de guardia al suceder los hechos, ha pedido al fiscal que informe si le considera competente para investigarlos y que le adelante la calificación jurídica que le merecen al entender la existencia de materia suficiente para incoar diligencias por un posible delito de amenazas terroristas. Por su parte, las fuerzas policiales, retratadas de tal penosa manera, han calificado como de “burda” la amenaza de los tres sobres sin remitente que pasaron el control de seguridad, justificando así que no se activara ningún protocolo de seguridad y subrayando la frecuencia con que llegan misivas amenazadoras a esta sede judicial.   Escenas cotidianas de la miseria de la vida judicial, microcosmos absurdo del estado de la Justicia. El imprescindible protagonista, la endogamia jurisdiccional, la ineficacia burocrática, y sobre todo, la debilidad institucional del teatro judicial de inseparación, pese a su pompa y parafernalia. A la par, el Sr. Juanes, afirmaba en Salamanca que la situación actual en la que se están viendo inmersos algunos jueces “y con ello la Justicia” española “se perciben con preocupación”. El Alto Magistrado afirma que “no es agradable” la presencia constante de la materia judicial en la prensa, confiando en que finalmente “la racionalidad se imponga y escampe algo”.   Baltasar Garzón (foto: jmlage) El patetismo que escenifican los actores de la inseparación es fruto de su condición de títeres sin auctoritas al aceptar su elección originaria del poder político y en consecuencia, con potestas viciada de origen y vacía de contenido real. Aquellos polvos trajeron estos lodos.

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