La existencia de una Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES) solamente tiene sentido desde la convicción de que ésta está amenazada. Ello presupone que la Nación ya se ha constituido —pues si no habría de titularse “para la Constitución”—, pero el orden político resultante se encuentra perturbado por factores externos, de los que esta organización alerta y llama a guardarse. Sin embargo, cuando uno visita la web de DENAES se encuentra con la estridente sorpresa de que se pretende “(…) recuperar e impulsar desde la sociedad civil el conocimiento y la reivindicación de la Nación Española; su realidad histórica, política, social y cultural”. ¡Sí! ¡Han leído bien! ¡Recuperar e impulsar la realidad política de la Nación Española desde la sociedad civil! Ello es el reconocimiento implícito de que no hay constitución. Y digo implícito porque los señores de esta fundación no llaman a los españoles a un periodo constituyente —algo que sería lo ético y coherente si creyeran en su propio discurso—, sino que sorprendentemente los someten al orden de 1977; pero eso sí, logrando “(…) un gran acuerdo de los grandes partidos españoles en torno a la unidad de España y a la fortaleza del Estado español”.   Así, aceptan sumisamente que esto último, sustancialmente la unidad de España, dependa de la voluntad de los mandamases de PP y PSOE, con lo que todo lo más que podemos hacer los españoles es presionar a estas organizaciones, mediante “movilizaciones sociales y manifestaciones populares”, para forzarlas a suscribir “un acuerdo estructural -no perecedero- en torno a cuestiones tales como la integridad territorial de España y la fortaleza política del Estado español”. Pero, si esto es lo esencial, ¿por qué no se atreven a solicitar un mandato constitucional al respecto y han de camuflarlo en un pacto? La respuesta es que tal cosa sería contraria a la (in)Constitución vigente, para la que el pluralismo político consiste en la existencia de varios —no sólo dos— partidos estatales, aunque mantengan concepciones y programas no nacionales.   Sería imposible perfilar semejante sarta de contradicciones y disparates si la intención de DENAES no fuera la de ocultar la verdad: la Nación Española está en contradicción con el actual Estado de Partidos. Solamente una de estas cosas es posible. Y aquí DENAES se decanta —aunque de manera heterodoxa— por lo segundo, al intentar subordinar lo primero a la voluntad de los dos grandes partidos. Así, ya sea por ignorancia, cobardía o conveniencia, los miembros de DENAES son, precisamente al percibirla amenazada, los mayores enemigos no declarados de la Nación Española.

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