La carrera de don Yvo de Boer muestra a la perfección el derrotero que un ser humano tiene que seguir en la Europa de los partidos para llegar a ser ciudadano. El aspirante busca en la sociedad pseudocivil -la partidocracia no permite la existencia de una sociedad verdaderamente civil si esto presupone en ella la capacidad de dirigir la potencia estatal, pues ocurre exactamente lo contrario: el Estado reprime la potencia social- los caminos que lo llevarán al cielo: partidos políticos o administración, empresa, arte, ciencia, enseñanza y comunicación politizadas. Una vez en el paraíso estatal, eso sí, sufriendo el terrible desgaste del poder, establece los contactos necesarios para perpetuarse en la profesión de político-funcionario o para regresar al mercado como trabajador de ventaja, es decir, relaciones públicas (asesor, consultor, coordinador) o empresario con trato preferente. El señor De Boer ha completado el ciclo.   Pero no sólo las personas se integran en este circuito. También lo hacen las instituciones y, abracadabra, el capital. En realidad la sociedad entera se purifica en el filtro del Estado cuando no hay libertad. El mandamás de KPMG en España lo afirma sin tapujos: “(De Boer) elevará las perspectivas de la organización a un primer nivel”. Y el primer nivel es el más cercano al Estado; al incipiente Estado de partidos europeo. Un fichaje que sin la menor duda vale lo que haya costado.   Por su parte y manteniendo las distancias, algunos ecologistas han lamentado el abandono del actual Secretario Ejecutivo. Pero la realidad es que las ONG acceden de la misma manera al estatuto de nacional o internacionalmente influyentes. Su disculpa es que comprenden con más lucidez que el resto de mortales -y acaso sea en muchos casos cierto- la urgencia castrense de determinadas situaciones, de forma que en el aspecto político ninguna diferencia existe entre, por ejemplo, la SGAE y Greenpeace. Para todas estas organizaciones se trata de apoyar a nuestro hombre en su escalada hacia los puestos importantes de la institución de turno para conseguir resultados inmediatos. Los ecologistas han sufrido una pequeña derrota con la desaparición del escenario estatal del exministro holandés, a pesar del apoyo de este a la insolidaridad estadounidense. En cualquier caso todos, Comisiones internacionales, ONG, sindicatos, multinacionales y “hombres nuestros” -que los hay para dar y tomar-, caben en el primer nivel. O, más bien, el primer círculo de la política dantesca pues, en una sociedad sin medios para elegir y deponer a sus representantes, la condición de ciudadano no es efecto de la acción libre, sino una concesión del Estado, un título administrativo. Y bajo esas premisas el planeta que aparentemente tanto deseamos proteger no es más que un montón de documentos a la espera de juicio.

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