Nada ni nadie que esté animado de un impulso vital puede aspirar a la estabilidad. Y por eso, ésta, constituye la situación ideal de un poder gubernamental moribundo, y por extensión, de la necrosis partidocrática. Como los herederos de los creadores de grandes fortunas, Zapatero y Rajoy sólo conciben la conservación de lo adquirido: el primero, administrando el éxito obtenido en la etapa de ascensión al Ejecutivo, y el segundo, esperando su cada vez más cercano turno.   El éxito de la estabilidad perseguida depende de la permeabilidad o poder de absorción de la razón para asimilar las alteraciones que se producen en el entorno: una capacidad de asimilación de la que carecen los organismos gubernamentales que se estancan y degradan desde que empiezan a imponerse, perdiendo el sentido de la orientación por la ausencia de causas finales. Entonces, el cansancio de la conservación de un poder interior, que sólo puede ofrecer repetición de lo mismo, se amortigua con los efímeros entusiasmos que procura la contemplación, en primera fila, de grandes cambios en el poder exterior.   A la fatiga originada por el poder nacional acompaña irremisiblemente la ilusión de figurarse integrado en poderes internacionales más amplios. Los mitos de Europa, Occidente, e incluso el gobierno del mundo, son revitalizados con energías que se distraen de la acción interior. Los oligarcas escapan de la realidad y se refugian en sueños que compensan la frustración o ahuyentan la depresión: recordamos a Suárez divisando el estrecho de Ormuz, el catetismo europeísta de González, a Aznar como cofrade de Bush, y ahora, Zapatero, oficiando en Washington de misacantano de la Alianza de Civilizaciones.   En esta pútrida Monarquía de partidos, el poder se hace monótono porque, al buscar estabilidad, deja de percibir el movimiento de lo real. Pervive en una prolongada decadencia prematura, según las inclinaciones de antiguos hábitos. Obstaculizada por esta inercia, la razón del poder oligárquico se cansa de sus propios afanes, y, contrariada, reconduce unas energías estériles para la innovación, hacia la pura conservación y las fantasías internacionales. Los gestos incoherentes de este poder estático, sus aspavientos para ejecutar distintas operaciones formales, no pueden disimular su parálisis ante la autonomía de los hechos y de las situaciones sustanciales.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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