La economía es política. El vacío de política implícito en la dinámica partidocrática que asola España y casi toda Europa permite al poder financiero internacional establecer de facto, vía monetarismo, las condiciones adecuadas a sus intereses a costa de la economía real. La disponibilidad virtualmente ilimitada de dinero emitido por el BCE como prestador último, respaldada en el mejor de los casos por activos de valoración arbitraria cuando no por derivados financieros de nombres sofisticados pero sin valor alguno, induce la formación de burbujas crediticias para el gran beneficio de los especuladores que manejan los mercados desde dentro, a costa del ciudadano europeo, que termina siempre pagando la fiesta cuando llega la crisis. Como solución a la última, los gobiernos de todo el mundo han lanzado planes de rescate para el sector bancario y de estímulo para la actividad económica, de tal magnitud (el agujero parece no tener fondo) que han desequilibrado de manera alarmante las cuentas públicas de los países con estructuras más frágiles o los más expuestos al sobreendeudamiento, entre los que nos encontramos. Portugal, Irlanda, Grecia y España, a los que se ha llamado “cerdos” (por sus iniciales en inglés: P.I.G.S.) amenazan con un desplome total, la bancarrota, que arrastraría con ellos en una reacción en cadena a sus acreedores. La oligarquía europea no está dispuesta a permitirlo así que va a obligarnos a tomar las medidas de austeridad de la magnitud que haga falta con tal de que paguemos la deuda. Pero estas medidas para el rescate de los prestamistas van a terminar por dar la puntilla a las ya maltrechas economías reales de los citados países; pero los países no sufren, los que sufrimos somos las personas que en ellos vivimos. El plan de austeridad que el Gobierno español acaba de presentar ante sus jefes en Bruselas, el pensionazo, y la inminente reforma del mercado laboral significan el finiquito del Estado del bienestar y el comienzo del auge de la dictadura burocrática europea.   El pasado mes de diciembre, el Banco Central Europeo, emisor del Euro, el banco de los bancos de Europa, emitió un informe “Retirada y expulsión de la Unión Europea y de la Unión Monetaria, algunas reflexiones”* que dice literalmente que “la soberanía nacional es un concepto obsoleto”. No hay por tanto una sola nación soberana al oeste de Bielorrusia. La Europa a la que nos apuntó la dictadura de Franco y en la que nos metió de lleno la partidocracia, con Felipe González primero (Tratado de la Unión Europea), Aznar a continuación (Tratado de Maastrich de la Unión Monetaria), y ahora Zapatero (Tratado de Lisboa, Constitución Europea) es una dictadura de la oligarquía financiera internacional, propietaria del BCE.   Aunque todo el documento, hasta en el título, cubre    aparentemente     la    posibilidad    de expulsión de alguno de los países inmersos hoy en dificultades económicas (déficits presupuestarios, deuda pública, balance exterior de pagos), lo que el BCE trata de establecer es la propaganda que los creadores de opinión pública deberán difundir en la población para impedir que se plantee la posibilidad de que alguno de los países miembros proyectara, como solución drástica a la crisis económica, su salida de la Unión Monetaria Europea para recuperar la potestad cedida a La Unión con la entrada en el Eurosistema, esto es, la capacidad de regular la cantidad de dinero en circulación en el país y por tanto la recuperación de la soberanía nacional y la capacidad para hacer política.

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