Laporta, patriota (foto: jumusch) Partido Nacional-Futbolista Fue porque el fútbol nació en las Islas Británicas que el primer partido de selecciones lo jugaron Escocia e Inglaterra, allá por 1872. A partir de la temporada 1883-84, comienza a disputarse el British Home Championship, primer torneo internacional entre los cuatro equipos nacionales del Reino Unido. Todavía hoy, las cuatro federaciones británicas —Irlanda del Norte en lugar del independiente Eire—cuentan con sus correspondientes selecciones y mantienen sus cuatro votos, tantos como las 203 asociaciones que constituyen la FIFA, dentro de la International Board. Pero este aparente privilegio tiene la oscura contrapartida del deber de mantener ligas propias. Así, los clubes de la Liga Norirlandesa y la Liga Galesa son desconocidos, y los dos grandes equipos escoceses, el Celtic y el Rangers, se aburren en su campeonato, muriéndose por entrar en la Premier League inglesa —de momento no les dejan— donde podrían aspirar a mejorar sus ingresos y su competitividad.   Por más que pese a los nacionalistas catalanes, de los que éste “más que un club” es bandera, el FC Barcelona es lo que ahora es, y debe su grandeza, al hecho de ser un equipo español. Después de haber elevado al Barça a los mejores resultados de la historia, lo que, por cierto, ha servido al señor Joan Laporta para alcanzar la popularidad de la que ahora hace uso; el actual presidente culé no tiene ningún reparo en convertir a los blaugrana en un equipo menor con tal de alcanzar la soñada ínsula catalana. O, ¿acaso creen los culés independentistas que el Barça no perdería su estatus económico y deportivo en una liga catalana? ¿Querrían ir las figuras internacionales, o los jóvenes “extranjeros” —pongamos los ejemplos del albaceteño Iniesta o del canario Pedro—  a  formarse  a la Masía, sobre el horizonte de una temporada con un único partido competitivo frente al Espanyol? Los actuales niveles de popularidad mundial e ingresos del club, ¿no resultarían entonces afectados?   Es en estos detalles tan nimios donde puede apreciarse con toda claridad la desvergüenza de los nacionalistas. Eso de la independencia plena: pues no, estatut o estado libre asociado, porque para algunas cosillas lo de España les conviene más que seguir por entero a la víscera. ¡Y que se lo agradezcamos! Selecciones nacionales sí —con canallesco anuncio incluido en el que nos acusan a los españoles de impedírselo a los pobrecitos—, pero liga propia nunca. ¿En qué otro lugar del mundo la gente acude a los campos para oponerse sonoramente a la nación cuya liga o copa están jugando sus equipos —sin que nadie, por cierto, les obligue— exhibiendo groseramente toda la parafernalia de pancartas y banderas independentistas, ello sin acompañar semejante despliegue de la coherente demanda de campeonato propio, lo que sí significaría la ansiada selección?

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