Rodríguez Zapatero y Felipe González (foto: Zapatero 2008) Fidelidad ultrajada Cuando el 14 de abril de 1931 fue proclamada la II República, se abrió un nuevo periodo para los partidos políticos y en las elecciones a Cortes Constituyentes del día 28 de junio del mismo año, se pudo comprobar qué influencia tenía cada uno de ellos entre los electores. La lista más votada resultó ser la del PSOE, que por aquel entonces contaba con 23.000 afiliados en toda España. Posteriormente, en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933, dicho partido descendió considerablemente en su número de votos. En las siguientes elecciones, 16 de Febrero de 1936, volvería a ser el PSOE el partido con más escaños dentro del Frente Popular.   Siendo España en aquella época una nación con un 45,5% de población activa rural era casi imposible la afiliación a partido alguno. A veces los aspirantes de provincias tenían que trasladarse a Madrid y ser presentados por uno o varios militantes del partido. En el caso del PSOE era requisito indispensable. Los trabajadores del sector industrial sólo se unían a los sindicatos CNT, UGT.   En los prolegómenos del levantamiento de 17 de Julio de 1936, el Gobierno de la República hace un llamamiento para que la población civil acuda a inscribirse en los partidos del Frente Popular. Miles de jóvenes que no quieren sangre y son republicanos lo hacen en las filas del PSOE, al observar el avance del estalinismo representado por el PCE. Es en ese momento histórico de pasión cuando se puede hablar de partidos con militancia activa de base en España. Durante la Guerra Civil esta joven militancia del PSOE que se afilió para defender la República, sufre todos los horrores que conlleva una guerra fratricida. Muchos fueron fusilados (hoy, algunos, al ser exhumados sus restos por orden de un juez ambicioso, todavía portaban el carnet de militante). Otros, terminada la Guerra, pasaron a los penales y al ser puestos en libertad después de haber cumplido la condena, buscaron clandestinamente a su partido. Pero ya no quedaba ni rastro de la base. Con mucho riesgo de sus vidas, arriesgando incluso a los niños de sus familias, se comunicaban con algún compañero para pedir ayuda, pero nada más. Ya no tenían carnet del partido.   Trece son los congresos celebrados por el PSOE en el exilio, siendo el último el de Suresnes, celebrado del 11 al 13 de octubre de 1974. En esta fecha no hay militancia activa del PSOE entre los movimientos sociales españoles en oposición al franquismo. Mejor dicho, no hay partido. Los “tres sevillanos”, el otrora falangista Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Chaves dan en este Congreso el famoso golpe de mano para hacerse con sus siglas. Invitados de excepción: Bruno Pittermann, François Mitterrand y Willy Brandt, el gran benefactor económico del trío. Los jóvenes afiliados al PSOE durante la República que habían conseguido sobrevivir hasta esa fecha, esperaban expectantes el congreso, sabiendo que el dictador estaba cercano a la muerte. No deseaban el socialismo, pero sí la democracia en forma de República pues su partido era republicano. No obstante, tuvieron que esperar hasta finales de 1976 para ser “readmitidos” como afiliados. Atrás quedaron los archivos de la calle Maudes de Madrid. ¿Dónde están?, nadie lo sabe. Finalmente fueron admitidos, pero con nuevo carnet, sin reconocimiento alguno de la antigüedad.   El golpe de mano de las siglas del PSOE, se extiende a la base de la sociedad civil española mediante nuevos y ambiciosos afiliados que hacen acto de presencia en los movimientos sociales de oposición al franquismo para utilizarlos o disolverlos. A pesar de que los viejos republicanos militantes del PSOE, fueron testigos directos de cómo los dirigentes de su partido hacían todo lo contrario a lo expresado por sus ideales desde el Congreso de Suresnes, su fidelidad les hizo continuar como afiliados. Lucharon dentro del partido, pero sólo eran números y cuotas. Aún estando muchos de ellos en plena madurez intelectual, fueron relegados a simples tareas de “la tercera edad” o a no hacer nada. El sentido común pudo prevalecer en muchos de ellos, a pesar de las campañas propagandistas de su dirigente Felipe González, para hacerlos conscientes de hasta dónde se estaba llevando a España. Sabían que no había democracia. Sabían que la democracia nunca la puede traer un Monarca y menos el heredero de un dictador. Sabían que Felipe González era el responsable de la entrada en la OTAN, del caso Filesa, de los Gal, sabían que desmembraban la nación y muchas cosas más. Pero lo que no sabían o no querían saber por el miedo atroz de haber vivido una Guerra Civil, (fomentado aún más por los medios de comunicación del régimen) es que estando afiliado a un partido corrupto perteneciente a una corrupta Monarquía de Partidos no se puede conseguir la libertad política.

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