La estridente y vulgar escenografía de los actos y mítines de los partidos estatales, la abrumadora sumisión de los participantes (extras y reparto) en ellos, no son meros asuntos de consumo interno, ajenos a los que no tienen estómago o prefieren mantener distancias mentales con semejante pornografía propagandística. Ésta, desparramada desde los contenedores mediáticos, alcanza a todos los españoles, incluso a los que, bajo ensueño nacionalista, no desean serlo, y a los que se hacen la ilusión anarquista de no tener nada que ver con el Poder.   En la última convención del Partido Popular, dentro del culto a los oligarcas que se oficia periódicamente, Mariano Rajoy, que no es precisamente un líder carismático, pero sí, como antes Aznar, una notable mediocridad encaramada a la jefatura, ha comprobado el fervor de su feligresía, a la que ha enardecido con la esperanza de una pronta llegada al poder máximo en la tierra de promisión. Este es el decálogo del mesías de la derecha estatal: supremacía de la persona, derecho a la vida, familia, España como nación, igualdad de oportunidades, educación en libertad, respeto a la ley, austeridad, responsabilidad y el valor de la palabra dada.   Henchido de fuerza espiritual, Don Mariano se ve capaz de obrar milagros: “Hay que devolver a los ciudadanos la confianza en sus representantes”; pero esto es un imposible metafísico con el sistema electoral imperante. Rajoy cree que un “código interno de buenas prácticas” y la cuidadosa selección de los candidatos enlistados bastarían para regenerar un Régimen irredimible. Además, quiere llegar a un gran acuerdo partidocrático “por la transparencia y contra la corrupción”, puesto que “la limpieza en la vida pública es una exigencia moral”; porque si fuese una exigencia institucional estaríamos hablando de una democracia. Y finalmente, el sermón de la unidad: resulta imprescindible la cohesión en el partido y la fidelidad al jefe para servir al interés general y dejar de lado las querellas internas de los que ambicionan mayores cuotas de poder. Con la seguridad que le da el incontenible deterioro gubernamental, e incluir o tachar nombres de las listas electorales a su arbitrio, un apoltronado Rajoy espera pacientemente su turno.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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