En este régimen oligárquico, el partido gubernamental de turno ha manejado una formidable herramienta de conformación mental. Todos recordamos a esbirros como Enric Sopena, María Antonia Iglesias o Alfredo Urdaci: acreditados profesionales en las técnicas de la manipulación informativa. Dependiendo de su posición estatal, PSOE y PP se han relevado en el aprovechamiento de la televisión pública y en las acusaciones de sectarismo. Desde el inicio de su mando, el Jefe del Ejecutivo ha querido suavizar la parcialidad ideológica del ente; y ahora, en un proceso de recuperación o restauración de los valores transitivos, Zapatero y Rajoy sacan en andas a un hombre de consenso para dirigir RTVE.   Alberto Oliart fue ministro de Industria y Energía, y de Sanidad, durante los gobiernos de Suárez; y después del 23-F, ministro de Defensa con Leopoldo Calvo-Sotelo: gestores, ambos, de la sibilina entrada de España en la OTAN. Figura bien vista por la Casa Real, también concita, a causa de su pertinaz centrismo, el aplauso de la socialdemocracia y el liberalismo que sustentan los partidos estatales. Y en el campo mediático de la oligocracia, a pesar de sus vínculos con el grupo PRISA -articulista de “El País” y comentarista de la “Cadena Ser”- imaginamos que el influyente Pedro J. dará el plácet, dada su veneración por los milagros de la UCD: además su estelar participación en “59 segundos” garantiza la pluralidad de voces del Régimen.   Aunque su nombramiento está sometido al ritual de la aprobación parlamentaria (dos tercios de la Cámara), aquél ya está cocinado por los grandes chefs, cuyos portavoces en el Congreso han coincidido en señalar la idoneidad del señor Oliart: “una persona con sentido del consenso y gran experiencia en la gestión”. Don Alberto ha confesado que el cargo “no le hace especial ilusión”, pero que al existir “acuerdo” no le queda más remedio que sacrificarse. Experto en transiciones (aunque haya titulado su autobiografía “Contra el olvido”), tendrá que pilotar la de una RTVE hacia una financiación sin publicidad, que fue una petición atendida por Zapatero, ante los ruegos de los dueños de las televisiones privadas, que ven así aumentadas las porciones de la tarta publicitaria: sin duda, semejante regalo será recompensado con la incesante propaganda del Poder.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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