Las limitaciones intelectuales propias de quienes se autotitulan “progresistas”, sin debatir ni un ápice el significado e implicaciones de un término, el progreso, que dista de ser unívoco o unidimensional, que lo mismo ha servido para la simple descripción del avance tecnológico e industrial, la proliferación de automóviles, ordenadores e impresoras, que para bendecir la implacable Astucia de la Razón hegeliana que preside la prepotente e irrefrenable marcha de la Historia Universal, acaban de cebarse con Jesús Neira. El sujeto de tal temeridad, Enric Sopena, ha perpetrado en su “diario digital progresista” llamado ridículamente “El Plural”, una impúdica exhibición de brutalidad e ignorancia, a fin de descalificar el pensamiento del profesor. La escasez de bagaje de Enric Sopena queda inequívocamente demostrada en párrafos como los transcritos a continuación:   “Neira exhibe en su artículo su firme admiración por las teorías de Fernández de la Mora. Ambos descalifican al Estado de Partidos. Es, al fin y al cabo, lo que hizo el dictador Franco a lo largo de casi cuarenta años: prohibir y diabolizar a los partidos. Neira repudia la partitocracia, porque –sostiene- es “un proceso autoritario de arriba hacia abajo”. En un ejercicio de cinismo, Neira aplaude una observación de su icono doctrinal, Fernández de la Mora: “En muchos casos, el Gobierno de la mayoría (…) anula postulados democráticos esenciales”. O incluso va más lejos todavía cuando resalta que existe una “manifiesta contradicción entre los partidos y la democracia”. Otra de sus obsesiones es el parlamentarismo, pilar esencial de las democracias europeas más consolidadas”.   Gonzalo Fernández de la Mora, en efecto, era bastante más lúcido e inteligente que Enric Sopena, y demostró conocer, aun desde postulados antidemocráticos, la naturaleza de la partitocracia infinitamente mejor que aquellos que confunden el concepto de democracia con la existencia de libertades públicas y con la proliferación de partidos políticos. Enric Sopena no sabe que el nacimiento del parlamentarismo es anterior a la democracia propia del llamado Estado Moderno; no sabe, tampoco, que lo que él llama “pilar esencial de las democracias europeas más consolidadas” ha sido, precisamente, el factor que ha provocado la crisis de un sistema que se ha demostrado incapaz de una implantación institucional de mecanismos para el control del ejercicio del poder; tales intentos se han estrellado contra la insoslayable realidad del parlamentarismo, cuyo factor constituyente es, precisamente, la inseparación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo.   Los padres de la patria americanos conocían bien los peligros que tal inseparación entrañaba; no leyeron a Montesquieu en vano. Enric Sopena no lo ha leído o, si lo ha hecho, ha sido incapaz de entenderlo. Quizás porque Montesquieu no era un “progresista”, al menos para la variable e indeterminada noción de “progresismo” que manejan los intelectuales del Régimen.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí