Caritas romana, Rubens Lealtad “Hay lealtades humanas que sobrepasan las de la naturaleza. Este cuadro de Rubens se inspira en Valerio Máximo, quien narra la anécdota de una joven romana cuya madre estaba condenada a morir de inanición. La hija la visita y la amamanta todos los días. Las autoridades se percatan y, conmovidas, liberan a la condenada. Después relata la misma historia poniendo al padre en lugar de la madre. Esta devoción filial fue tomada como símbolo de lealtad. David Hume la hubiera llamado simplemente “delicadeza de pasión”, puesto que en la familia la lealtad no es virtud sino instinto.   La lealtad de espíritu, tan abnegada como la de cuerpo, no es cuestión de piedad hacia algo, deber hacia alguien o fidelidad a una creencia, como creyó Unamuno: “voluntad de creer en algo eterno y de expresar tal creencia en la vida práctica”. Derivada de un primitivo instinto de fidelidad a la tribu, la lealtad ensancha su campo de experiencia hasta la consagración de una persona a causas universales que la trascienden. Entonces se hace fundamento de toda moral y toda acción humana. Para el autor de la “Filosofía de la lealtad”, Josiah Royce, uno de los cuatro grandes de Harvard, con William James, Santayana y Peirce, “todas las virtudes comunes son formas especiales de la lealtad”. O sea, como en la naturaleza, la lealtad identifica la existencia consigo misma. La lealtad no es esa común fidelidad que enlaza amistades y amores con promesas a sí mismo, para transformar simpatías naturales en sentimientos fuertes, sin tener en cuenta edades, pasiones, rivalidades, intereses y azares. El árbol de la lealtad florece sin apenas darnos cuenta cuando la sensibilidad instintiva, pasando por el filtro de la madurez moral, se une a la inteligencia del sentido de la vida. Lo dramático en ella es su conjugación con el espíritu de justicia. Un drama inexistente, por principio, en las apetitosas vivencias del compañerismo. Los compañeros no se elijen. Se encuentran en colegios, deportes, guerras, prisiones, viajes, mafias y partidos políticos. Exaltada por todos los tipos de clandestinidad, desde la simplemente pandillera hasta la propiamente política, la virtud del compañerismo no está situada en la lealtad ni en la fidelidad., sino exclusivamente en la solidaridad de grupo. Y la solidaridad grupal es incompatible con la lealtad.

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