Alegoría de la Prudencia, Tiziano Prudencia No es modo de conocimiento de la perfección, como creía Alberto Magno, ni manera de plegarse a la fortuna, como el Príncipe de Maquiavelo. Tampoco es ciencia o arte de la conducta, como en Gracián. Entre las virtudes cardinales, la prudencia es tan etérea que ningún escritor moderno la precisa. El sendero intelectual de Cicerón -memoria, inteligencia, providencia-, lo sustituyó la doctrina cristiana con un abrevadero moral de justicia, fortaleza y templanza, donde el vocabulario académico la reduce bárbaramente a moderación, sensatez o sentido común. El silencio nunca ha sido cara de la prudencia, sino de la timidez o la acomodación. Fueron las alegorías las que nos acercaron a las caras de la prudencia, con esas famosas tríadas de pasado-presente-futuro, vejez-madurez-juventud, sabiduría-decisión-valor que, reunidas en personas de previsión, conocimiento y providencia, evitan caer a la acción en la causa primera de sus fracasos, la precipitación. Mientras la preocupación de los Reyes sólo se ocupaba de la seguridad de los Tronos, la prudencia tenía que ser conservadora. Matiz marcado en todas las alegorías de la prudencia. La de Tiziano dice: “Con la experiencia del pasado, el presente actúa prudentemente para no echar a perder la acción futura». Pero cuando los pueblos vislumbraron la ocasión de liberarse de las tiranías con la revolución de la libertad, la prudencia tuvo que asumir la virtud de la audacia, contra el vicio de la temeridad, para aprovechar las ocasiones presentes de procurar éxitos futuros. La precipitación sigue siendo abortiva de la acción posible. Pero la falta de audacia la condena a la inacción. Las figuras de animales en las alegorías de la prudencia perdieron su sentido porque la seguridad de su instinto les impide ser audaces. La audacia asume riesgos calculados en la previsión de consecuencias. Los historiadores destacan, como rasgo característico de las revoluciones, las palabras de Danton: “de l’audace, encore de l’audace et toujours de l’audace”. Obama ha sido audaz. Pero pocas personas de edad provecta, únicas que pueden sintetizar conocimiento, experiencia y providencia, conservan la energía moral y el valor físico requeridos por la audacia.

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