Mientras no existe persecución física, la mayor tortura para quienes luchan por la libertad política en un reino de libertades concedidas es que la necesidad moral de crítica política sistemática obliga a prestar atención al discurso vacío de los cortesanos que se han arrogado el derecho de organizarnos. Estos van desde técnicos financieros, científicos y académicos que datifican y clausulean las leyes y las ideologías, pasando por los tertulianos con mando en plaza y los correveidiles blogosféricos que difunden propaganda y modas, hasta los escribientes de discursos de Nochebuena SM. No es fácil mantener la casa mental limpia después de atravesar tal cúmulo de mentiras, fantasías, delirios, groserías, vaguedades, tópicos, absurdos y puyitas.   El Ministro de Justicia tiene la culpa esta vez. Don Francisco Caamaño dijo ayer, en uno de los miles de horas que los medios de comunicación conceden a la clase política para crear y descreer la vida pública, que durante su intervención en el Congreso se desmarcó conscientemente del Pacto por la Justicia porque quería evitar dar la impresión de injerencia del poder legislativo en el judicial. Dice así y de paso se despacha con un alegato contra la cadena perpetua y la tortura; recuerda la santidad de los derechos y libertades; en varias ocasiones, orgulloso, incluye a España entre los países con sistemas jurídicos garantistas y modernos; cita procazmente la Constitución. Como es aficionado al mar, no caza, pesca, y tiene todas sus licencias en regla… todos a reír.   Los impulsores de este diario han expuesto con precisión los porqués de la ausencia de constitución real en un Estado en el cual los poderes no están separados. Gracias a ellos conocemos las razones de la inexistencia de eso que llaman democracia española y hemos visto la faz oligocrática del Juancarlismo de Partidos. Añadamos además que tampoco hay verdadero Derecho en España. No es posible concebir un Estado sin Derecho, pero sí es posible comprender que el Derecho será sólo nominal si su potencia reguladora no proviene de la acción de la sociedad civil sino de la obsesión cobarde de algunos por el orden impuesto. No hay verdadero Derecho sin libertad porque no es Derecho lo que es capricho de uno o unos cuantos. El Derecho no puede estar al servicio de nadie. Todo Derecho es inicialmente político y finalmente privado, pues su razón de ser es la asunción real de todos en la vida pública y la de nadie en la privada. Tenemos derecho a orientar el Derecho, pero sin libertad nada se puede hacer. Sin representación no hay continuidad entre nosotros y las entidades abstractas o concretas asociadas al Estado. Ya puede seguir hablando ese Ministro de Justicia -cargo que expresa institucionalmente el control del poder judicial (de Justicia) por parte del ejecutivo (Ministro)- que venera el Estado Privado de Derecho y la separación de poderes que nunca fue.  

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