Rapto de Ganimedes, Miguel Ángel Amor platónico Si estamos en tiempos de moda homosexual, hablemos de su modelo clásico. Cada tipo de amor tenía sus propias reglas. Las más estrictas no fueron ideadas para adecentar el amor homosexual mediante matrimonio, sino para dignificar el amor entre personas separadas por la edad, fueran o no del mismo sexo. Las ideas eróticas de Platón, modificadas por el amor imposible de Dante a una niña de nueve años, fraguaron el tipo de amor ideal que, a través de literatos y poetas, llegó hasta nosotros como amor platónico.   Pero el amor griego no era platónico. La relación carnal era honorable si lo era el objeto, masculino o femenino, del deseo. La relación entre adultos, o entre jóvenes de la misma edad, no tenía interés específico para la sociedad. Sólo la diferencia de edad podía crear sublimes o innobles amores. Estaba mal visto que un hombre pusiera sus ojos en un mancebo con signos viriles. No porque las modas del deseo se inclinaran a muchachos con apariencia femenina, sino porque ahí entraba aquella moral que exigía rituales de cortejo a los jóvenes adolescentes, como un noviazgo aún más cortés que el modo de adamar en tiempos de nuestros padres.   La precariedad del amor griego aguzó los sentidos adultos para detectar en el muchacho cuando podía recibir el homenaje del amor erótico. Demasiado niño, era perversión. Demasiado hombre, una afrenta. Esa moral erótica puso "la belleza del diablo" en el dintel que separa lo adolescente de lo viril. La belleza juvenil triunfaba si su gracilidad no afeminaba el cuerpo masculino. La virilidad solo debía estar presente como promesa de futuro comportamiento masculino. La precariedad de ese amor introdujo en él la amistad ("filia"), para que pudieran continuar los afectos sentimentales cuando aquél terminara, contra sus apetencias, en virtud de la regla de urbanidad que condenaba el amor homosexual con un muchacho convertido en hombre.

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