Diputadas bellas Si las presentadoras de televisión, elegidas por su atractivo corporal, pueden llegar a ser princesas, nada se opone a que las guapas italianas ocupen las diputaciones europeas. El feminismo seleccionado por el jefe babuino resulta más eficaz para la vida homínida que el feminismo de cuota.   Los criterios de belleza femenina se han democratizado. Las rebeliones del 68 arrumbaron en el arcaísmo la singularidad de la belleza que alumbró el nacimiento del cine y el patrón de beldades femeninas. La venustidad causaba más desigualdad que la producida por la clase social o la sabiduría. Era una injusticia. La democracia social haría igualmente deseables a todas las mujeres. Minifalda, descote y cirugía estética. Lo atractivo, como el talento, se iguala rebajándolo.   Hay menor libertad de gusto que de palabra. Cuesta menos liberarse del miedo a la libertad de pensar que del horror a diferir de los gustos comunes. Pero toda persona normal, si educa su gusto, aprecia lo genuinamente bello. Si no reprime la sinceridad de sus sentimientos, puede extasiarse en el goce de la belleza. Los criterios estéticos no son los del buen gusto, aunque los incluye. La corriente igualitaria del gusto se desliza cuesta abajo hacia las anchas praderas donde pastan las emociones de las muchedumbres. El pueblo olvida allí que en lugar de placer tiene aturdimiento. Vive tan alejado de las excelsas formas de la belleza que se refocila con la zafiedad de los gustos impuestos por los negocios de la moda. La belleza femenina simpar sufre, en épocas decadentes del gusto, el mismo tipo de temor y desventura que la inteligencia masculina incomparable.

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