Manifestación de Masa crítica (foto: MTS) Una vez al mes, en distintas ciudades de Norteamérica, un grupo bastante numeroso y variopinto de personas se reúne con sus bicicletas para denunciar, con su tranquilo paseo por la ciudad, la práctica insalubre, hoy convertida en habitual, de ir a todas partes en automóvil. Ayer mismo participé en una de sus denuncias, casi más bien una celebración, y quedé muy impresionado tanto con la fuerza denunciante como con la espontaneidad y alegría que reinaron a lo largo de todo el camino.   “Como abajo, así es arriba; como arriba, así es abajo”, afirma el texto hermético del Hermes Trimegisto. La libertad de acción de un grupo reducido de personas sobre un asunto tan específico como el medio de transporte refleja una libertad de acción deseable también en el dominio político, aspirante a la reconfiguración del Estado en una verdadera democracia. “Masa crítica”, como se autodenomina este movimiento, es un concepto de la sociodinámica que con gran sentido del humor pone en entredicho la identificación de masa con idiotismo, o de inteligencia con individuo.   Éramos quizá medio millar de personas, y partimos del museo de la ciudad, en pleno centro, para rodar por algunas de sus arterias principales. Para conservar la cohesión del grupo, las calles que dan acceso a la ruta ciclista son espontáneamente bloqueadas con tan solo dos o tres bicis en el paso de peatones, que se quedan allí detenidas hasta que el grupo entero ha cruzado, muchas veces procurando tranquilizar a los ansiosos conductores, otras bromeando con los que apoyan la iniciativa, y a menudo simplemente explicando al aturdido automovilista de qué va todo el asunto. Al pasar, los bloqueadores no dejan de oír los agradecimientos de la masa. Y siguen hacia delante. Otros habrán tomado puestos en el siguiente cruce.   Nos detuvimos en medio de tres de los puentes que entrelazan distintos segmentos de la ciudad, dividida por ríos y puertos, para celebrar la ocasión. Y cuando se atraviesa una zona plagada de peatones, que miran atónitos el acontecimiento, se oye a menudo corear: “¡No bloqueamos el tráfico! ¡Somos tráfico!” Acaso un grito parecido deba hacerse oír en nuestro constreñido ambiente político, que sospecha de todo lo novedoso y libre: ¡No queremos impedir la democracia! ¡Queremos la democracia!

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