Lo sucedido en la cumbre de la ONU que se escaló en Ginebra, para divisar desde lo alto las profundas hondonadas de racismo, que enfangan culturas y civilizaciones separadas por fronteras étnico-religiosas, debería ser motivo de escarmiento y reflexión para estos nuevos Jefes de Estado y de Gobierno que se apegan al gusto de reunirse en masa para desconocerse mejor. Al menos, en este caso, EE.UU., Italia y Francia tuvieron la prudencia de no acudir a la temeraria cita de provocación, en un foro donde el recalcitrante presidente iraní no dejaría de decir lo que piensa o imagina de Israel y de los países occidentales. ¡Conferencia mundial contra el racismo destripada por el racismo! España y los países occidentales tuvieron que abandonarla, al son de los aplausos de las delegaciones musulmanas adscritas a la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones. Un regalo que Irán hace a Israel cuando más lo necesita. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, aseguró que la moción consensuada para su aprobación era equilibrada. Su dimisión sería lo único congruente en tanta torpeza ante lo previsible.   La globalización de la economía ha hecho creer a la gente de gobierno que, en el nuevo mundo conformado por la imagen, la foto de gobernantes reunidos en las cumbres tranquiliza más que la convergencia en la dirección de sus respectivas políticas nacionales. Se muestran en ellas con gestos y maneras de millonarios de sonrisas estereotipadas como los artistas, de pobres indigentes de ideas reflexionadas como el vulgo, y de exhibicionistas de amistades entre recién conocidos como los aventureros. Incluso el Presidente Obama que, con su elegante naturalidad, había mantenido la distante “tenue” en su país, se ha distendido en sus encuentros encumbrados, hasta el punto de ir más allá de la cortesía, repartiendo abrazos de camarada y palmadas de colega en Europa, dando la cabezada de inclinación ante el Rey de Arabia, zambulléndose con cierto embarazo en el compadreo de compinches latinoamericanos y declarando a cada uno, hasta al peor pintado de recelos congénitos, que quería ser su amigo. Estos defectos sociales, propios de novato fuera de su país, no impiden reconocer que, con su extraordinario periplo, ha cambiado ya la imagen de EE.UU. en el mundo, tanto en virtud de su propio discurso político como, sobre todo, por su drástica ruptura con la concepción imperialista del “Destino Manifiesto” que, desde Andrew Jackson al último de los Bush, difundió la fobia antiyanqui que tanto ha perjudicado a la democracia.   florilegio "Desplegar más simpatías de las que la ocasión demanda despierta la sospecha de esa insinceridad que preludia al engaño dañino."

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