Las violentas manifestaciones y actos de vandalismo de los jóvenes que saquearon el Parlamento y la Presidencia de Moldavia, como protesta ante el presunto fraude electoral que hace pocos días atribuyó la victoria al PC, en el Gobierno desde 2001, abre de nuevo la reflexión sobre la utilidad de los partidos comunistas tras la disolución de la Unión Soviética. En Italia y otros países europeos simplemente han desparecido. En España sobrevive, con menos de 50 mil militantes, en una coalición –IU- que, con el 5 % de los votos emitidos, apenas puede ir más allá de ser un apéndice del PSOE.   La tragedia actual del PC español es más cómica que dramática. Cree responder a una necesidad histórica cuando la sociedad no lo necesita, ningún ideal lo sostiene y ninguna esperanza social lo anima. Lo mejor que se puede sentir, si olvidamos su traición a la causa de la libertad y de la república en 1977, es una piadosa compasión por sus fieles militantes. El PCE no sostendrá la Monarquía si otras causas la ponen en peligro. Pero tampoco la minará desde dentro, pues ni siquiera sabe lo que es libertad política y República Constitucional. Sólo conoce la práctica demagógica del parlamentarismo de listas y el “modus vivendi” estatal del aparato que lo administra. En la alegría de su legalización se presintió la tristeza de sus funerales. Si la tragedia del PC clandestino era su imagen de satélite de la URSS, la comedia actual es su legalismo. No se debe herir la honestidad de los comunistas que resistieron al fascismo, pero sin olvidar la causa soviética de su antifascismo. Sólo cambió de bando cuando Hitler invadió la URSS. Todavía se leen con repugnancia a Thorez y Duclos, bajo el Gobierno de Vichy: “el general De Gaulle y otros agentes de las finanzas inglesas quieren derrotar a los franceses por la City”; “la independencia de Francia debe ser recuperada con la paz de Hitler”.   Los partidos comunistas postsoviéticos, como el PC de Moldavia, obedecen a reflejos condicionados por la guerra fría. Caen en el peligroso error de creer que los EE.UU. apoyan los gobiernos antirrusos. Ante cada litigio fronterizo, económico o separatista, los comunistas, en el gobierno o en la oposición, se enfrentan a la juventud esperanzada en alcanzar los modos de vida de los europeos occidentales Lo que pasó en Georgia se puede repetir en Moldavia, a causa del conflicto fronterizo con Rumania, y de la tendencia separatista del Trans-Dniéster (antigua Besarabia), donde la mayoría de los habitantes tienen doble nacionalidad, rumana y moldava.   florilegio "La idea sobrevive al hecho que la causó, como el pie amputado sigue vivo en el cerebro."

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