Retablo de Barceló (foto: mallorcaquality) Belleza negativa Considerar igualmente atractivos a todos los hombres o mujeres y dar categoría de arte a las figuraciones inexpresivas de sentimientos nobles plantea el tema de la belleza negativa. Concepto diferente del que define lo sublime como integración placentera de lo terrible o angustioso. Se puede debatir sobre la objetividad o subjetividad de la belleza, sostener que ésta no tiene más valor que el de una convención, incluso afirmar que sólo es el nombre de un ideal sin existencia, pero parece contradictorio negar a la belleza su propia identidad positiva. Sin embargo, esta es la función histórica desarrollada por la moda de la inestética, que desviste o disfraza a los seres adultos, y por el mercado del arte, que minusvalora la cotización de expresiones definitivamente bellas en la obra artística.   Schopenhauer creó el concepto de lo “bonito negativo”, para designar el valor estético de las representaciones de lo repugnante y lo horrible. Paul Valery habló de lo “bello negativo”, para indicar la condición de lo inefable, indecible o indescriptible. Pero la belleza negativa nació, a la vez que la teología negativa, cuando la propaganda igualitarista en el Estado de Partidos sepultó la idea prístina de autoridad (auctoritas) moral, intelectual o estética, bajo los escombros del totalitario Estado de Partido.   La demagogia inherente a la sustitución de la democracia formal por la ilusión de la democracia material, no podía tolerar que tanto las bellezas de los sexos como las artísticas, fueran atributos exclusivos de hombres y mujeres excepcionales o de raros genios del arte en cada generación. La producción de placer y cultura para el mercado demandan un tipo moderno de belleza negativa donde nadie comprenda el motivo de su por qué y todos puedan disfrutar de la originalidad extravagante. Bastó trasladar a la mujer y al arte la necesidad de novedades sin contenidos nuevos, o incompletas de sentido, para que el mercado de la vulgaridad informal abasteciera al consumidor de nuevas insatisfacciones. Los materiales incorporados a la estética uniforme de la juventud, o a la apariencia de creación artística, no permiten referir la mujer, ni las artes plásticas, a algo concreto que la memoria de las emociones gratificantes pueda recordar.

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