El antecedente remoto de la ciencia moderna lo encontramos en la astrología, la cábala y las pócimas de los alquimistas. Sin asomo de magia en las fórmulas científicas, sí hay, en cambio, imaginación poética para crearlas. Las nociones de atracción a distancia (siglo XVII), especie botánica (siglo XVIII), selección natural (siglo XIX) o gen (siglo XX) fueron inicialmente metáforas con las que Newton, Linneo, Darwin y Morgan se internaron en aguas desconocidas hasta pisar la tierra firme de las pruebas.   El vínculo entre la creatividad artística y la científica no es tan misterioso si pensamos que lo anuda la imaginación, y que la belleza, la armonía y la exactitud son los criterios que se comparten en ambos campos para decidir si un hallazgo ronda la genialidad. Aunque Keats lamentaba cómo los científicos habían “destejido el arco iris”, los poetas también sucumben ante las evocaciones de verdad y plenitud que la ciencia nos trae.   Los epistemólogos tratan de comprender el nexo entre continuidad y discontinuidad apelando a la “superación”: el avance científico supone la acumulación de las teorías, paradigmas y métodos que van sucediéndose, y al mismo tiempo, la negación o reconsideración de las representaciones del mundo establecidas con anterioridad. En cualquier caso, no deja de respetarse la naturaleza operatoria o práctica de la ciencia, que no ha de encontrar resistencias en la realidad si quiere llegar a buen puerto. Y si se producen polémicas científicas, se dirimen mediante la experiencia.   José Luis Rodríguez (foto: PSOE) En contra de ese espíritu de verificación y de superación seguimos instalados políticamente en el deplorable sinsentido del ocultismo oligárquico, o en una metafísica para mentecatos consistente en el ritual del consenso que ofician los espiritistas de la soberanía popular. La corrupción política que salta a la vista cansada de la sociedad civil, demuestra la absoluta falsedad institucional de este régimen, que ha dado un salto involutivo hasta situarse por detrás del parlamentarismo, y en el que medran los que niegan la evidencia, como el fantasioso Zapatero. Si la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica constituyeron una revolución científica, la conquista de la libertad política también será revolucionaria.

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