Monedas de Oro, Museo Arq. Nápoles (foto: pacov) En la década de 1990 John Exter (fundador del Banco Central de Sri Lanka) mostró de forma empírica la lucha por lograr la liquidez financiera a través de una cadena temporal de inversiones (“pirámide invertida de Exter”), que reflejaba, peldaño a peldaño, el intento desesperado por mantener el valor de los activos: bienes raíces (pisos, fincas), materias primas (petróleo, café, trigo, arroz), valores cotizados en las Bolsas (acciones, obligaciones y bonos), bonos del Estado, dinero y oro.   A lo largo de la crisis financiera se ha observado el discurrir de este fenómeno. A finales de 2008 hubo una fiebre por invertir en bonos federales de Estados Unidos, incluso pagando comisiones por poseerlos.   Posteriormente, ante la ingente oferta de deuda pública lanzada por la mayoría de los Estados, las personas ya no se fían de los “papelitos” cada vez peor calificados y con primas de seguros de amortización muy altas, ni de las divisas (euros, dólares o yenes, penúltimo escalón de la pirámide) que como pasivo de los balances de sus Bancos Centrales les acompañan. Justamente pierden la fe en ese dinero fiduciario, respaldado por la creencia de que el Estado o una Unión Monetaria lo garantizan, porque en definitiva piensan que “el papel moneda tiende a regresar a su valor: cero” (Voltaire).   En esta época de incertidumbre, agravada por la incipiente deflación, la cotización del oro ha pasado de 400 a cerca de 1000 dólares la onza, y no precisamente porque se haya disparado la demanda de este metal para usos industriales.   En Estados Unidos se organizan “fiestas del oro” (Golden Parties) en casas particulares en las que se compran y venden anillos, pulseras, relojes y otros objetos de oro con la finalidad de conseguir dinero para hacer frente al pago de la hipoteca o de alguna letra (diario “Libertad Digital”). España no escapa a esta fiebre ya que la demanda del metal precioso se ha multiplicado por diez en el último año, como valor refugio ante el miedo de una quiebra bancaria o la suspensión de pagos de alguna institución pública.

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