TVE seleccionó un centenar de personas que reflejara la distribución de la población -por segmentos de edad, sexo, credo, profesión, empleo, paro, jubilación- para hacer del grupo una muestra representativa de la sociedad civil, tan justa y completa que hasta la deficiencia genética, una pobre niña mongólica, tuviera la misma oportunidad que la inteligencia crítica o el sentido común, para preguntar al Presidente sobre sus errores o mentiras. Contra las intenciones laudatorias del director de la orquesta, la música de cada elemento comenzó a concertarse y a sonar como angélico cornetín de llamada a filas de un providencial ejército de salvación que lo apartara cuanto antes del Gobierno. Una sola pregunta bastó para hacer patente, ante millones de telespectadores, no solo el estado de indigencia política de los votantes de listas de partido, sino sobre todo el agudo contraste entre la inocente mentalidad de la preguntadora y la nerviosa respuesta del cínico contestador automático. En lugar de indicarle la barbarie que entraña el solo hecho de formular esa inverosímil pregunta, la asume con naturalidad como si no fuera un sin sentido que John Ford habría llamado homérico.   Una camionera, María Alba, le pregunta con una lógica aplastante por qué no resuelve los dos problemas más acuciantes, aumento del paro y escasez creciente de jueces, contratando entre los parados, mediante sueldo -añade para ser justa-, los puestos de trabajo que se necesitan en los juzgados. Sin signo de sorpresa ni de humor, el Presidente empieza a “enrrollarse” con el tópico de la falta de medios en la administración de justicia. La camionera lo interrumpe para repetir su pregunta concreta. El contrariado Presidente, para calmar la impaciencia de la curiosidad ante tan inesperada sugerencia, y seguir en su rollo, le dice: “NO EXCLUIMOS ESA POSIBILIDAD”. O sea, no excluye que los nuevos jueces y fiscales sean elegidos entre la masa de parados. Hasta ese punto llega la irresponsabilidad de su demagogia. No porque creyera o le importara lo que decía, sino porque la estúpida salida de su retórica hacía creer a millones de votantes, similares a la camionera, que tal locura popular era realizable desde luego por un gobierno socialista.   A pesar de que el tamaño descomunal de ese disparate de Zapatero exime de la necesidad de explicarlo, la autocensura de la prensa más difundida lo considera tan inoportuno que, sin respeto a la verdad, lo borra por completo del texto transcrito como si fuera literal. Se puede comprobar en la página 15 de “El País”, 27 de enero, pregunta penúltima.   florilegio "Para un jefe legal es imprudente meditar antes de responder a un inferior."

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