Tira tu televisión (foto: Roo Reynolds) España directo España se observa a sí misma a través del televisor. Durante las tardes y las noches la ciudadanía se recrea en aquello que hizo o podría haber hecho por la mañana. Cocinar, ir al mercado, hacer gimnasia… todo vuelve a vivirse en forma de espectáculo. Sólo preguntarse qué tipo de sociedad es capaz de llegar a esta autocomplacencia autista hiela la sangre.   La misma función que cumplen los directos como la vida misma en los hogares, es llevada cabo por los famosos del poder y la gloria en la vida pública. Ellos se encargan de que la mirada de la sociedad civil no se despegue nunca del suelo. Saben que es necesario a los siervos, para poder contemplarse en el lugar que les está prohibido, la libertad política, identificarse con aquellos que lo ocupan. Entonces, los esclavos toman partido sentimental por uno u otro grupo para dar vigor a esa identificación denigrante. Soistas o peperos, Ser o Cope, he ahí la cuestión. Y una vez satisfecho este onanismo servil queda una grata sensación de agradecimiento hacia quienes tras uno y otro día en la pantalla, terminan resultando familiares.   Nuestros compatriotas agradecen a los poderosos del poder y a los poderosos del deber que se hayan ofrecido a representarlos en el mundo real, parece tan cansado y duro… Agradecen que habiendo alcanzando la posición que deseaban y merecían, hayan aupado a toda una sociedad hasta su propia altura; incluso la ostentosa prosperidad que habita en sus hogares es patrimonio de todos. Nadie podrá decir que los españoles no son agradecidos. Reconocen con alegría que nada de lo que ocurre en el mundo escapa a la inteligencia de los que están arriba, disfrutan gracias a esa forma que tienen de adornar los fríos hechos con ingenio.   Y aunque formalmente restringido a los triunfadores de la partidocracia -tertulianos de cadena en cadena, políticos de los remedios, celebridades cuché- a quienes hacen posible que exista una vida pública, se trata, en definitiva, de un agradecimiento universal pues bien sabido es que sólo ellos, los poderosos, existen.

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