La muerte de un joven estudiante en Atenas por la actuación de la policía represora de una manifestación pública contra el Gobierno, justificó que en ciudades europeas multitudes manifestantes expresasen su airada protesta contra la desproporción de los medios empleados en Grecia para reprimir a los estudiantes, aun reconociendo su violencia destructiva de bienes ajenos. La matanza de decenas de miles de africanos en la frontera del Congo con Uganda, y en Darfur, es sentida y lamentada por la sensible conciencia de los europeos, durante algunos segundos ante el televisor, pero no hasta el punto de sacarlos a la calle para exigir responsabilidades a gobiernos que permanecen impasibles, o incluso se niegan a intervenir, como el francés, ante tan espantoso genocidio. No es el número de muertos, ni la relación de fuerza desproporcionada que los produce, sino el simbolismo cultural de las víctimas, o el prejuicio racial, lo que explica la distinta reacción de las sociedades europeas, de sus gobiernos y medios de comunicación, ante la muerte de inocentes civiles en cada contexto geográfico y político.   La retención de un soldado israelí por la parte de la resistencia palestina que se niega a reconocer el Estado de Israel, fue casus belli de la guerra contra Hezbolá en suelo libanés, que no terminó con éxito para el Estado hebreo. La muerte de unos civiles en territorio de Israel, causada por los ataques de Hamás con cohetes explosivos desde la Franja de Gaza, tras romper la tregua y no aceptar la suspensión de esos ataques, ha sido casus belli de la guerra de Israel contra Hamás, en suelo palestino. La muerte de inocentes en bombardeos de retaguardia, contra un peculiar enemigo que, sin ofrecer vanguardia, se refugia en los núcleos de población civil, era previsible en número más elevado del causado hasta hoy. Para este Diario, como para toda persona decente, la vida de un israelí vale tanto como la de un palestino. La guerra pudo evitarse si los gobiernos civilizados hubiesen logrado que Irán y Siria cesaran de ayudar a Hamas, a fin de acordar otra tregua con garantías de inmunidad para el territorio israelí. Lo injusto, por absurdo, es que las potencias habladoras transformen la conciencia real de su impotencia en condena facticia de Israel, por su desproporción en la réplica militar, como si el asunto enjuiciado fuera una cuestión de orden público que el ejército israelí tuviera que garantizar en territorio extranjero. ¿Por qué no hizo esa labor la ONU? Lo condenable es la guerra ofensiva. No la defensiva, ni los medios convencionales para terminarla cuanto antes.   florilegio "La idea de desproporción en los medios empleados, ajena a los fines de toda guerra, es incompatible con la substancialidad bélica del conflicto."

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