El Estado no está separado de la sociedad, lo que implica que la libertad política es el único modo democrático del control por esa sociedad del poder del Estado. En cambio, en las reiteradas y reincidentes celebraciones mediáticas de la carta otorgada de 1978 todo se centralizó en cómo “los poderes del Estado” daban las gracias al pueblo español por permitirles detentar el poder durante treinta años y cómo, en recompensa, ellos habían concedido las libertades individuales al sufrido y reprimido español medio. Muy pocas palabras sobre la autenticidad de la representación política y ninguna sobre la libertad política y la separación de poderes.   Peces Barba y las conferencias 30º aniversario (foto: Rafael Gómez) Sin embargo tanto fasto no oculta la ausencia de dicha libertad colectiva en España. Tanta insistencia y repetición de que desde el 6 de diciembre de 1978 los “españoles son iguales ante la ley” (sin especificar si se refieren a la ley española o europea, o catalana, o vasca o gallega) no hace, por encantamiento, constitucional al régimen político de la transición. Esa es la verdad del pensamiento político. Si queremos tener una constitución, al estilo de los EE.UU. o Suiza, debemos ser conscientes de que los derechos civiles o libertades individuales no son la causa esencial para que una norma fundamental kelseniana adquiera el rango de legítima constitución democrática en el orden jurídico y político. Obviamente las libertades individuales (positivas “para” y negativas “de”) deben ser reconocidas, respetadas y desarrolladas, pero no son el elemento que define a una constitución. Ese es el criterio de la inteligencia política.   Establecer, hace treinta años y por tiempo indefinido, un sistema parlamentarista liberal de partidos estatales era, y es, ignorar la naturaleza colectiva de la libertad en una política democrática. Para los políticos, ajenos al pueblo y a su educación democrática, un parlamentarismo liberal trasnochado no supondría clase alguna de límites constitucionales a la mayoría de partido en la Cortes Generales. Y la ausencia de control entre los poderes es la muerte de la libertad política.   La constitución, si quiere ser democrática, debe asegurar la libertad política en una democracia representativa sin partidos estatalizados. Entonces los representantes políticos de la nación no podrán faltar al aniversario de su celebración porque todos tendrán garantizada la libertad como nación unida.

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