Mover a muchos no es conmover. Todo es movido en la naturaleza y muy poco de lo humano conmueve a la humanidad. La lucha por el poder moviliza a los animales sociales. Lo extraño en la acción política no es el movimiento masivo que puede desencadenar un individuo sobresaliente en el magma del hombre-masa, eso es normativo en los Estados de partidos. Tampoco lo es el entusiasmo que comunique a los partidarios o seguidores de sus propósitos, eso corresponde al carisma de los líderes demagógicos. Lo que produce extrañeza, el fenómeno social nunca visto en la historia, lo nuevo que reclama ser comprendido antes de explicado, ha sido que una voz selecta, un verbo anclado en la belleza de la eterna verdad moral, no solo ha podido mover en su país a un gentío de votantes, a favor o en contra, sino que el trueno resonante de su rayo victorioso haya conmovido, en dionisíaca catarsis universal, hasta las estrellas del firmamento.   Están con Obama quienes percibieron al instante de oírlo, sin necesidad de reflexionar, que en la intima ingenuidad de sus corazones, oprimidos por la desesperanza ante los falsos, cínicos y continuados pretextos de todos los gobiernos del mundo, latía el mismo discurso de la esperanza, al compás de la letra inspirada y el ritmo musical del alma que escuchaban. Están con Obama quienes, por encima del sentimiento instantáneo de simpatía, captaron la inteligencia de su acción pública, tendente a la sustitución de un régimen de poder por un sistema de gobierno, recuperando la sabiduría de las instituciones que fundaron la democracia representativa. Están con Obama quienes, por encima de sentimientos y capacidades intelectuales, se dieron cuenta en el acto de que el triunfo de sus valores éticos, evidentes por sí mismos, no dependía más que de la perseverante determinación de asociar, en su valiente propuesta, a jóvenes y discriminados que, en las puertas del infierno político, cambiaban ya el dantesco letrero medieval por el renacentista “no perdáis toda esperanza”. Están, pues, con Obama los que son y serán leales a su causa política, aunque su acción gubernamental, como Presidente de EEUU, llegue a decepcionarlos. Están, pues, con Obama los que siempre aplaudirán que haya descerrajado los cerrojos del escepticismo en la puerta de entrada al mundo político. Están, pues, con Obama los que no se han corrompido con lucros y honores inmerecidos, inherentes a la política partidista, ni por la insania de esa envidia que proyecta, sobre toda nobleza ajena, las sombras tenebrosas de las causas torpes de sus miserias y fracasos. Estamos, pues, alegres con Obama.   florilegio "Los altos ideales políticos aplastan a quienes no saben mantenerlos izados."

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