Mientras que la democracia es la única atmósfera conocida que salvaguarda la libertad y dignidad políticas, las irrespirables o mefíticas emanaciones que suele despedir el capitalismo nos persuaden de lo dolorosamente lejano que está el desarrollo moral de la humanidad de la ordenación/desordenación social y económica que el Mercado sin límites ni controles procura.   La ruina del colectivismo totalitario ha reforzado hasta extremos pavorosos la condición sacratísima del Mercado-Demiurgo, cuya mano invisible (teoría que rivaliza en rigor científico y extravagancia imaginativa con la de la generación espontánea de los seres vivos) acaricia mucho menos de lo que golpea, estrangula y aniquila.   Pero en la Arcadia venezolana, Hugo Chávez dice que la crisis “no ha afectado un pelo” a su país debido a que su Gobierno logró desengancharlo de un capitalismo, que “ya descansa en paz” y que, por tanto, es imposible refundar, como sugiere Sarkozy. Según este gobernante, en aquella zona están desarrollando la democracia general y plena como uno de los símbolos del nuevo socialismo. Ésta no deja de ser otra ideología del fin de la Historia, que al hacernos confiar en una altruista utilización de los dispositivos estatales, contiene el germen de su fracaso absoluto al desconocer o desatender la potencialidad opresora del Poder y su correlato estatal.   Chávez, Fidel y El Diablo (foto: Jari Carr) Sin control de la dirección y ejercicio del Poder, se produce la desviación de los fines cuya promesa de cumplimiento encumbra a esos gerifaltes surgidos de un pueblo al que, una vez apoltronados, no dudan en traicionar y sojuzgar. Y el socialismo del siglo XXI, como todas las propuestas revolucionarias que no solucionan democráticamente las inevitables relaciones de mando y obediencia, está condenado a transitar por las estaciones del terror, la tiranía y la descomposición.   Alejado del socialismo chavista pero inmerso en la socialdemocracia europeísta, Zapatero ha descrito la situación actual como una “crisis de responsabilidad” en la que unos pocos “se han enriquecido mucho y la mayoría se está empobreciendo”; ante lo cual, reclama un “ejercicio de responsabilidad”, que sin libertad política, seguirá siendo la misma irresponsabilidad.

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