Donde se cita el alma (foto: fernando) Neblumo Cada insomne está por regresar a su espejo de calígine, maniobrando catalejos hacia lúmenes de vísceras con una invidencia profunda, incisiva, como de bisturí hueco. Sabe que la visión primogénita no existe, y para qué esta arboladura de bosques mínimos. Cada despierto está por regresar a su nicho. Son erguidos que asemejan gabardinas viejas dispuestas a reunirse con los tejidos de osarios.   Hay cuerpos de golondrinas posadas en zanjas comunes, como si fueran un cauce de caviares negros. Y no sirve examinar al trasluz el temblor fosilizado, marcar con números el listín telefónico de sepulturas bobas. Los difuntos siguen viajando con sus alas de pez oscuro. Cómo sembrar en distintos prados esas escamas si nacen de borrascas, en las cárcavas de turba, como un sola médula de orugas disecadas.   Es esa fina orfebrería de la conciencia tras una detonación de cormoranes que todos han consensuado en afonía, con amnistías perfectas y abrazos coloniales entre homicidas y cobardes, antes de amenizar los textos didácticos y los anales de historia con una perfecta deglución.   Ahora sí, ya podéis emular la justicia, mitigar la verdad con aplausos. Porque los perecidos están bien inhumados bajo el recato del tiempo mentido. Descuidad la pulcritud tras inspeccionar las coronas frías sin esmalte de urces. Todos sabemos que los muertos no hablan.

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