Estamos viviendo dos acontecimientos realmente extraordinarios. El temor internacional a un duradero caos de la economía financiera, y la esperanza mundial de que un negro joven, inteligente y culto sea enseguida Presidente de los EEUU. Por la magnitud de sus efectos universales y la novedad de sus causas originales, estos dos hechos no podrán comprenderse ni, en consecuencia, afrontarse, con opiniones deducidas de las experiencias del pasado, o de los criterios de los libros de teoría económica ideados para otros tipos de coyuntura diferente. Las viejas ideas no restauran hechos pasados, son los nuevos hechos los que crean nuevas ideas. Por eso decía Chateaubriand que las restauraciones no son posibles. Aunque él se refería a las políticas, su argumento es aún más válido para las económicas. Pues la fórmula liberal, como la keynesiana o la socialista, incidirían ahora sobre un nuevo contexto económico de rechazo inmunitario de los dogmas. El conocimiento experto deja de tener valor en situaciones radicalmente nuevas. No será la pericia, sino la inteligencia y el sentido común, quien pueda vislumbrar la salida de este intricado laberinto financiero, que retiene en el temor pánico a los agentes económicos. Sin embargo, las cirugías de los gobiernos intervencionistas están colocando en los quirófanos a los mejores peritos en las especulaciones causantes del colapso dinerario. No será tampoco la experiencia del Estado, sino la imaginación creadora de los actores en la sociedad civil, la que podrá dar cuerpo real a la esperanza política. Sin embargo, el único argumento que esgrimen los conservadores, contra Obama, es su falta de experiencia en asuntos de seguridad nacional, frente a la adquirida por McCain, en sus largos años de apoyo a las aventuras militares emprendidas, y nunca terminadas, por Bush. Más vale carecer de experiencia política que tener una muy grande y muy mala. La actual crisis financiera, aunque presente similitudes genéticas con las dolencias de liquidez padecidas por Suecia y Japón hace pocos años, no se resolverá aplicando a una economía globalizada e intercomunicada, como ya se está haciendo, los mismos expedientes coyunturales que pusieron en práctica los gobiernos de esos países, sin reformas estructurales. Por eso no debe extrañar que, pese a la aparatosidad gigantesca de las intervenciones en el mercado del dinero, por parte de los Estados y los Bancos Centrales de los países desarrollados, las bolsas sigan cotizando a la baja. florilegio "La experiencia es escuela cara, triste y adocenada. Ahí solo aprenden, sin reflexionar, las inteligencias extra-vagantes de lo bueno, bello y verdadero."

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