A  diferencia de los partidos societarios, anteriores a la guerra mundial, donde cada uno atraía a  sus seguidores en virtud de la fuerza expansiva de la idea que lo definía como modo de mitigar o suprimir el conflicto en una  sociedad dividida en clases, los actuales partidos estatales -que se improvisaron en el cuartel del general Eisenhower en París, para los pueblos que sufrieron la derrota del fascismo y del nazismo- no tienen otro atractivo  que el de ofrecer a los gobernados la tranquilidad de no tener que ocuparse de la política, salvo votar cada cuatro años al más centrado de los partidos gobernantes, pues el primitivo y anacrónico deseo de libertad ciudadana ha sido desplazado por el moderno consenso entre partidos.   Por tratarse de partidos estatales y de cuestiones de Estado, la corrupción ya no diferencia a la derecha de la izquierda. La politica económica, tampoco. Leves pinceladas modernistas, en asuntos reglados por la tradición o la fe religiosa, tintan de  izquierdismo al partido más fiel al Monarca, más alejado de la Iglesia y más ligado a la oligarquía financiera. Sin libertad politica de los gobernados, el consenso entre los partidos gubernamentales consigue lo que ningún dictador pudo ni siquiera soñar. Que desaparezca el concepto mismo de oposición al Gobierno, toda vez que el de oposición al Régimen monárquico y oligárquico se ha eliminado no solo de la realidad, sino incluso del lenguaje.   Así se explica que la noticia destacada en estos días sea que PSOE y PP se disponen a pactar la eliminación de los peligros de ambiente que acechan al  consenso, o sea, un pacto de solemnidad para enterrar la crispación en sus retóricas, para no encrespar los ánimos de los fieles de partido, no rizar  los cabellos de sus jerarcas haciéndose mutuamente la permanente. Al parecer, una cuestión de peluqueros. Lo decisivo en los partidos estatales no es el rizo ideológico o la ondulación cultural de cada partido, sino su común lisura mental, su planicie cerebral, su peinado liso con raya divisoria al centro. Pues todo partido estatal está centrado en el Estado, y todo lo que le afecta, como cuestión de Estado, debe ser tratado con el respeto debido a la lisura de toda autoridad estatal. Lo trascendental es que no haya distinción en el talante ni en el modo sonriente de enfocar los asuntos de gobierno. Lo trascendente es mantener el consenso de la lisura mental entre las facciones partidistas de un solo partido estatal. florilegio "No hay término medio, ni centro de gravedad, en los partidos estatales, pues su finalidad es integrar a la sociedad en el Estado, sin representarla."

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí