Las Monarquías absolutas tuvieron su momento de lustro. Se purificaron, como los antiguos sacrificios rituales de quinquenio, para dar esplendor a su despotismo congénito. El brillo superficial lo daba la inteligencia de la clase intelectual que suavizaba el absolutismo. La oscuridad profunda venia del tradicional desprecio de la autoridad al pueblo. La nueva síntesis, el despotismo ilustrado, dio un fundamento secular a la administración del poder absoluto y una brillante personalidad cultural al siglo XVIII: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Aquella síntesis antidemocrática fue renovada, desde el Tratado de Roma, con la inculta pedantería de la tecnoburocracia que está construyendo, sin los europeos, un edificio común para los europeos. El NO de Irlanda hace confesar a Bruselas que su proyecto de Europa sólo es realizable con despotismo deslustrado.    Salvo valientes excepciones, la clase dirigente de la construcción europea ha reaccionado al NO irlandés proponiendo que se prohíban los referendos para la ratificación popular de los Tratados, ya que sólo los Parlamentos de los Partidos estatales son capaces de entender la complejidad y la trascendencia de los mismos. Parodiando el dicho de que la guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los militares, el Ministro esloveno de Asuntos Exteriores ha llegado a decir (13 de junio) que “la unificación europea es demasiado importante para dejarla en manos de la gente”. La clase politica sabe mejor lo que conviene al pueblo. A éste no hay que respetarlo, consultándole sobre lo que ignora. La propia reunión de Bruselas (19 de junio) se atrevió a criticar al Gobierno irlandés por no haber sabido guiar a los votantes hacia el SI, llegando hasta el extremo de concederle una segunda oportunidad para que corrigiera su error y metiera en el redil europeo a sus ignorantes gobernados. Despotismo a secas.   La soberbia bruselense no proviene del mayor o mejor conocimiento especializado de la materia europea, sino de la arrogancia de su poder oligárquico, causada por la inexistencia de libertad colectiva (democracia) en los Estados de Partidos. Los partidos estatales niegan la razón práctica de su ser y de su existir si, después de 60 años gobernando en exclusiva a los europeos occidentales, no han sabido domesticarlos, a fin de que las ordenanzas reglamentistas europeas no les causen las generalizadas insatisfacciones políticas que se traducen en los NO a los referendos. florilegio "El SÍ no agrupa inteligencias ni voluntades, sino confianzas en una decisión ajena. El NO unifica, en un solo ánimo, la diversidad de insatisfacciones."

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