(*) el Paro Registrado no tiene en cuenta otros demandantes no ocupados (273.951) (Gráfico del Servicio Público de Empleo Estatal, anterior INEM)   Los principales indicadores de la economía (el crecimiento del PIB trimestral, el nivel de precios, el índice de confianza de los consumidores, la recaudación de los principales tributos estatales y locales, el número de demandantes de empleo no ocupados (parados), las necesidades de financiación exterior, el precio de las materias primas (sobre todo el petróleo y dentro de muy poco el gas natural) muestran que las cosas no van tan bien como nos habían predicado.   El Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE-INEM) acaba de publicar el paro registrado en junio de 2008. Según dicho Servicio hay 2.664.375 demandantes de empleo no ocupados, cerca del 12% de la población activa (22.572.500 en la Encuesta de Población Activa del 1º trimestre de 2008). El número de parados sigue creciendo (*).   Muchos economistas y escritores de este diario, a través de sus análisis sectoriales, han venido advirtiendo de la profundidad de la crisis. Pero sus reflexiones o caen en saco roto o son tachadas de catastrofistas o fruto de mentes lunáticas. Pero la realidad está siendo más contundente que sus conclusiones y las autoridades con competencia en la materia (Gobierno estatal, Banco de España, Gobiernos autonómicos) se han limitado a descalificar a los que preveían el batacazo y a rectificar cada poco tiempo sus descabelladas previsiones. Lo más grave del asunto es que ellas y sus técnicos conocían la magnitud del problema manteniéndola oculta a los ciudadanos para no intimidarlos en plena campaña electoral.   Las explicaciones dadas la semana pasada en el Congreso de los Diputados se limitaron a echar a otros la culpa de los males de nuestra economía, a repetir las recetas social- demócratas que están aplicando (como si fueran de ideología progresista), y a recordarnos que existen “mentiras, grandes mentiras y estadísticas” (Benjamín Disraeli).   Las recetas dadas por estas “Autoridades” son meros parches con escasos efectos temporales (como los 400 euros), operaciones cosméticas de dudosa calificación (como la congelación de los sueldos de los altos cargos estatales o la reducción de consejerías en la Comunidad de Madrid). Todas ellas tienen el mismo efecto que un cóctel de  aspirinas y “nolotil” en la curación de un cáncer.

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