En Noviembre de 1977, durante la celebración de los 60 años de la revolución rusa en Moscú, Enrico Berlinger declaraba frente a los soviets: “Una sociedad socialista implica una sociedad nueva, que garantice todas las libertades individuales y colectivas, civiles y religiosas, el carácter no ideológico del Estado, la posibilidad de existencia de varios partidos, el pluralismo en la vida social, cultural y en las ideas”. El mismo año, Santiago Carrillo publica el “Eurocomunismo y el Estado” donde renuncia a la dictadura del proletariado con el mismo sentido reformista de conquista del Estado para transformar la sociedad que escribiera Bernstein: “ ¿Hay algún sentido, por ejemplo, en mantener la frase dictadura del proletariado en un tiempo donde en todos los lugares posibles los representantes de la social democracia en todas las áreas de trabajo parlamentario, hayan apostado por la representación proporcional del pueblo y hayan legislado, todo lo cual es inconsistente con la dictadura del proletariado?” (Bernstein, Evolutionary socialism).   Sin embargo,  para Carrillo en aquellos momentos lo primordial era su aceptación dentro de la clase política del Estado franquista, a cambio de ello, no sólo renunció a la doctrina Marxista-Leninista sino que con su pacto con Suárez traicionó a la República y a los principios de la Junta Democrática herederos de la “universalidad democrática” por utilizar la expresión de Berlinger.   Desde entonces, la izquierda ha confundido la partitocracia juancarlista con la Democracia, participando de las subvenciones estatales para ir colocándose en las distintas administraciones de un Estado corrupto e hipertrofiado a base de la utilización del nacionalismo regional como táctica electoralista por una clase política sin escrúpulos.   Durante el congreso de IU celebrado estos días, el carismático y honrado Anguita, quien se reclama deudor de Berlinger, apuesta por la República como idea principal para la izquierda, sin saber que el partido Comunista no goza de la legitimidad para reclamarla más allá de la nostalgia, ni que la República Constitucional supone la culminación de la Democracia formal como regla de juego garante de la libertad política. Algo muy alejado de la suplantación del ciudadano por el partido a través de la llamada representación proporcional.   Anguita (foto: Fundación Pere Ardiaca)

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