Parlamento en Estrasburgo (foto: Wikimedia Commons) Todo aquel que tenga que viajar alguna vez en avión por Europa, debería saber que existe una “Gran Lista Maestra” que regula lo que se puede llevar o no como equipaje de mano. Sin embargo, hay un pequeño problema: es secreta. Forma parte de una legislación de la Unión Europea al respecto, y aunque cada país puede añadir elementos a esa lista que sí pueden ser de dominio público, la legislación como tal debe permanecer secreta por razones de seguridad. Así pues, los ciudadanos europeos estamos indefensos ante una ley que no podemos conocer. Y ya sabemos que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.   La Comisión Europea de Cultura acaba de aprobar una resolución que será sometida a discusión en el Parlamento en septiembre próximo. En ella se aboga por una regulación de los blogs en Internet y por un etiquetado voluntario de los mismos. Según argumentan, para aportar seguridad al exceso de información que circula a través de la blogosfera. Porque ya sabemos todos que los demás medios de comunicación tradicionales “no” producen exceso de información y lo que nos comunican es “veraz”. No hay nada más que ver los casos de fotografías falsificadas de Adnan Hajj en Routers.   Y en plena crisis económica, la Unión Europea ha llegado a un acuerdo para ampliar la semana laboral de 48 hasta 60 horas (65 en algunos colectivos como los médicos). En principio, el gobierno español se opone a la medida, pero ¿hasta cuándo? Es posible que la opción de que los trabajadores pacten de forma individual con la empresa los horarios de trabajo funcione en otros países europeos, pero desde luego no lo hará en el nuestro, donde los sindicatos son meros órganos estatales. Y ya hay colectivos (médicos) que amenazan con huelga (otra más). Parafraseando a Nietzsche, quien no dispone de dos tercios de su jornada es un esclavo.   Las instituciones de la Unión Europea reproducen las de sus estados miembros, en manos de las oligarquías de partidos. La clase política europea, al igual que ocurre en muchos de sus países, legisla totalmente desconectada de la realidad que afecta a la sociedad civil. Y en muchos casos, contra esta última, a la que teme. Mientras los ciudadanos de Europa no posean la libertad política para elegir y deponer a sus representantes, tanto a nivel estatal como europeo, la democracia en Europa seguirá siendo una quimera.

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