Una vez más, y como en cada legislatura, el gobierno reinventa la rueda cuando establece las bases de nuestra política científica. Posiblemente la cartera que se ocupa de los asuntos relacionados con la ciencia sea la que más veces ha cambiado de nombre en los últimos treinta años. Esta vez de la chistera del PSOE ha salido el Ministerio de Ciencia e Innovación que, en una sorprendente decisión por coherente, está dirigido por una científica reconocida, Cristina Garmendia. Entre las principales ambiciones del nuevo Ministerio está la de impulsar la ciencia aplicada en nuestro país, “más patentes y menos publicaciones” como un colaborador de la ministra declaró recientemente. Con estas medidas se pretende equilibrar el déficit de invenciones originales que presenta España frente a países de su mismo nivel económico. Para ello se priorizarán aquellas vías de investigación que potencialmente presenten algún tipo de aplicación que pudiera proporcionar beneficios en el futuro. Entre las cuestiones por responder están quién va a financiar la traslación de las ideas desde laboratorio a la calle, qué incentivos tendrán los investigadores que realicen las invenciones, y muy importante, qué va a ocurrir con la ciencia básica: ¿veremos construir la casa por el tejado una vez más?   Se pretende así imitar el modelo anglosajón que ha creado clusters de empresas tecnológicas concentradas alrededor de las universidades más potentes (Silicon Valley en California, Cambridge y Oxford en el Reino Unido, como ejemplos más significativos), pero sin reformar una universidad politizada y esclerótica. Hace un par de años Alemania apostó por concentrar a sus mejores investigadores en unas pocas universidades de muy alto nivel. Francia acaba de adoptar medidas en el mismo camino. ¿Hará lo mismo España, donde hay un exceso evidente de centros universitarios, pero muy poco dinero para repartir entre todos ellos? Las nuevas políticas científicas son ambiciosas y estimulantes. Habrá que ver si vienen acompañadas de los cambios estructurales imprescindibles para llevarlas a cabo. Ya va siendo hora de que el pesimismo hacia la capacidad creadora del español que expresó Unamuno con su “¡qué inventen ellos!” pase a ser historia.   Doña Cristina Garmendia, ministra de ciencia e innovación (foto: Sagabardon)

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